Durante esta semana se ha celebrado en Zaragoza un rastrillo benéfico que tiene lugar cada año por estas fechas por lo menos desde que Emilio Aragón llevaba zapatillas blancas y traje de vestir. Como podéis suponer, las palabras «rastrillo benéfico» provocan en mí la misma euforia que cuando en los bares ponen «20 de abril del 90» y la gente hiperventila como si fuera la primera vez que la escuchan. A pesar de que luego, en esencia, estos rastrillos no resultan ser más que tres horas merodeando a través de puestos de ropa usada y trencas de napa que provocarían el arresto instantáneo por el guardia de seguridad en el caso de entrar ataviado con una de ellas en cualquier sucursal bancaria, ningún año consigo evitar el impulso que traslada mi maldito culo hasta ellas, para vivir una jornada similar a la del año pasado, que se saldó con un fabuloso pack de libros y revistas viejos que olvidé en el autobús de vuelta a casa, así como unas fantásticas películas en VHS que todavía no he visto.

Este año no fue distinto, y el material ofrecido a la venta no era excesivamente grandioso. Por aquí, una dulce señora me ofrecía «vaqueros a un euro» y yo me veía obligado a declinar dicha oferta usando para ello la vil excusa de «ya tengo muchos», lo cual no deja de ser cierto pero encubría la verdadera razón, «seguro que me sientan como a un puto granjero y todavía estoy en edad de ligar». Por allí, otra amable señora insistía no menos de cinco veces en que comprara Full Monty en VHS porque «es muy graciosa» y me instigaba a que me zambullera en una bolsa de cintas de dibujos animados de Porky porque había tenido la brillante idea de comentarle que iba a comprarle un par de vídeos de Bravestarr porque lo veía de pequeño. Nada de eso fue motivo suficiente para evitar que volviera a casa con siete u ocho o veinte objetos de Satán que probablemente otra persona no habría querido ni aún ofreciéndole a cambio esclavitud eterna sexual y sentimental. Algunos de estos objetos tal vez vean la luz en vuestras queridas páginas del Escalón, suponiendo que sobrevivan en mis estanterías durante el suficiente tiempo y no las tire a la basura por puro hastío pero, mientras tanto, hoy nos centraremos en algo en lo que nadie, exceptuando líderes terroristas y asesinos de ciervos, debería centrarse jamás. Hoy nos centramos en…

Las Tortugas Ninja Cantan en Español. Extrañamente nunca había tenido constancia de esta creación, y me sorprende porque es de mi época, y con «mi época» me refiero a que fue editada en 1991 y en ese año me habría comido un aguacate podrido si me hubieran dicho que había sido besado por Donatello durante un ritual allí abajo en las cloacas de New York. Está bien, hoy en día también lo haría, pero en «mi época» podía reconocerlo abiertamente sin temor a parecer un miserable. No sé, tal vez he estado toda mi vida viviendo dentro de un caparazón, pero no sabía que las Tortugas Ninja hubieran editado un disco. Ha ha, ¿lo habéis pillado? Tortugas, caparazón, ha ha ha ha ha ha ha ha ha ha jjjjjhum.

Que las Tortugas Ninja canten ya de por sí es un mal presagio. Que canten en español trae a mi mente imágenes de calaveras con todavía un ojo en su cuenca, que son las que más asco dan. Y no es que la banda sonora de la película de las Tortugas Ninja fuera la magnum opus del clímax melómano pero, al lado de esta cinta, podría competir directamente con la Aleluya de Händel en las listas de obras musicales que elevan tu alma hasta el éxtasis. Al menos salía MC Hammer y otros raperos negros que eran capaces de tomarse en serio canciones con letras tipo «Splinter’s the teacher, so they are the students» y no estallar en carcajadas a mitad de frase.
Con respecto a la portada sólo tengo un ligero problema, y no es que las tortugas toquen instrumentos falsos de plástico o que lleven horribles trajes de gomaespuma que no son los de la película sino una versión inferior con músculos en forma de rombo. No, mi problema son los botines que porta cada una de ellas en sus pies. El botín es el calzado más humillante de nuestra civilización, y todo el mundo lo sabe. El botín es ese término medio, esas medias tintas, ese rasgo definitorio de las personas que inspiran desconfianza. Su propio nombre inspira fracaso: botín. Botín. Leedlo varias veces seguidas y os comenzarán a doler las sienes. Los botines son para las profesoras solteras de Naturales, no para las Tortugas Ninja.

Musicalmente, y debo basarme para emitir mi juicio en únicamente la primera canción, «Rap del Tortugón», puesto que ya me siento un auténtico fracasado de la vida tras escucharla, y prefiero no averiguar qué otros estados de autoestima podría alcanzar si dejara sonar la cinta hasta el final, me ha causado el mismo efecto enriquecedor que si hubiera observado fijamente una pared estucada en blanco durante tres minutos. Creo que a partir de hoy jamás volveré a decir que las letras de Héroes del Silencio no tienen ni tres ni revés. La letra más insulsa del mundo moderno trata de decirme con acento sudamericano que el Rap del Tortugón me servirá para crecer y perpetrará nuestra unión. ¿Qué es un tortugón, de todas formas? ¿Se refiere a un ente superior a todos nosotros, que por ende somos como pequeñas tortugas desamparadas y solitarias que deben unirse ante las vicisitudes de la vida? Es pues el Tortugón una deidad que iluminará nuestro camino si tenemos fe en nuestras propias convicciones? Sea lo que sea, ciertamente prefiero integrar la palabra tortugón en mi vocabulario actual y asociarla a esas borracheras que provocan sufridos despertares a la mañana siguiente, las del tipo «anoche pillé un tortugón de la ostia a tequilas y no recuerdo por qué tengo césped en las suelas».

      Las Tortugas Ninja - Rap del Tortugón

Es algo desconcertante comprobar que, a pesar del nombre, el componente estrictamente «rap» es la parte central, en la que se narra que Donatello toca el saxofón como Sansón, literalmente, teniendo el resto de la canción un aire a grupo de AOR o Hard Rock de los excesivamente moñas, al estilo de Journey, House of Lords o Danger Danger. Y estoy convencido de que, eliminando la parte central de esta canción, rebautizándola como «Nighttime Rain», reemplazando las alusiones a Leonardo por recuerdos de una novia que se marchó durante una lluviosa noche de Febrero para no volver, e incluyéndola de estrangis en un disco de alguno de los mencionados grupos, podría llegar a ser calificada como «obra maestra» por los entusiastas del género. Dios, odio el AOR. Y los botines. Esta cara de la cinta obtiene por méritos propios un 2 sobre 14 como puntuación.

Por motivos que desconozco, las canciones de las tortugas sólo ocupan una de las caras de la cinta, y alguien tuvo la brillante idea de rellenar la segunda con canciones sobre He-Man. En 1991. En 1991, los Masters del Universo eran tan populares y relevantes como la lambada hoy en día o salir un sábado con camiseta de Superman. Completando un tándem similar a editar en 2010 un disco compuesto por canciones de Katy Perry y de Concha Velasco, esta cinta cubre lo mejor de ambos mundos ofreciéndonos una serie de canciones tituladas «He-Man», «Skeletor», «Masters del Universo», «Orko» y «Tigre de Combate» que, ni aparecían en la serie, ni cumplen aparentemente ningún papel en este mundo que justifique el hecho de haber sido escritas. Igualmente, sólo he sido capaz de escuchar la primera de las canciones antes de desviar mi mente hacia escenas imaginarias en las que unos pescadores suizos encuentran un cofre del tesoro lleno de patatas fritas azules, pero me sorprendió sobremanera el hecho de que la voz del cantante me recordara a la del vocalista de Niños del Brasil y que el puente entre la estrofa y el estribillo se pareciera a la canción esa famosa de Franco Battiato. No, en serio, escuchadla, no permitáis que sea yo el único que pierda cincuenta neuronas esta noche, compartid la desolación.

      Artista desgraciadamente desconocido - He-Man

En realidad, admiro el hecho de que existan compositores capaces de escribir una canción cuya única temática sea «Orko» a secas y consigan hacerlo exitosamente ya que, si a mí me surgiera el encargo de componer una canción y mi jefe me dijera «pero sobre todo que trate sobre Skeletor», se me caería el mundo a los pies, terminaría haciendo uso de su calavera como metáfora de mis propias frustraciones vitales, la canción acabaría llamándose «white bones like a hazy night» y no tendría cabida en esta cinta. Por otra parte, el cantante pedantillo que, sin ser sudamericano, pronuncia en un perfecto inglés todos los nombres propios que aparecen en la canción, desde Man-At-Arms hasta Grayskull y pasando por Teela, ha ablandado realmente mi corazón y provocó que el gesto catapultador de esta cinta hacia el cubo de la basura fuera ejecutado con una especial suavidad y benevolencia por mi parte. Me gusta especialmente cómo pronuncia el nombre de Battle Cat, sinceramente me tuvo buena parte de la noche rebobinando porque no me resignaba a irme a dormir sin averiguar qué cojones musitaba el cantante en esa parte. Sólo por esa capacidad de retención hacia alguien a quien le gusta más dormir que ser relamido por Dale Bozzio creo que amo esta cara de la cinta y le otorgo un envidiable 9 sobre 15.

Spiderman y otros éxitos infantiles es una cassette editada en 1981 por Ediciones Tritón que contiene canciones tan excitantes como «Hola Amigos», «Guillermo» o «Mi Perro». Despiertan la curiosidad, no es así? Incitan realmente a escucharlas y subir el volumen al 10, verdad? Ya, a mi tampoco. Por eso mucho me temo que no voy a hacerlo y todos moriremos algún día, dios quiera que dentro de al menos doscientos años, sin saber sobre qué versaría la letra de «Guillermo». Es tarde ya para ello, pero me gustaría sugerir a Ediciones Tritón que, la próxima vez, si van a imprimir nombres de canciones como reclamo en la carátula de una cinta, traten de que no sean tan poco sugerentes como «Hola Amigos» o «Mi Perro», que poseen el mismo nivel de emoción en potencia como, por ejemplo, «Hey, ¿Qué Tal Estás?», «Joaquín» o «Mi Culo Suda».
Enigmáticamente, nuestros amigos de Tritón se vieron en la necesidad de incluir dos canciones, suponemos que de temática no demasiado tangencialmente distinta pero de títulos extremadamente similares, llamadas «Hombre Araña» e «Invencible Hombre Araña», muy al estilo de las grandes bandas de rock progresivo y sinfónico de los setenta y de forma reminiscente de lo que hicieron Pink Floyd con «Shine On You Crazy Diamond Parts I-V» y «Shine On You Crazy Diamond Parts VI-IX».

Pero hablando de Spiderman, la verdadera estrella de esta cinta es, efectivamente, Spiderman. Que me aspen el sobaco si no es, probablemente, el peor Spiderman de la historia moderna del comic contemporáneo de super-héroes. No es el modo, al estilo improvisado y con grandes libertades, en el que está dibujado el traje, ni tampoco el hecho de que tenga dos sets de pectorales y tres ombligos, ya que tal vez las arañas de verdad los tengan. Ni siquiera la combinación de colores rosa y verde, de hecho yo tenía un jersey con la misma gama cromática y nunca me consideré menos que nadie. De hecho, incluso me hace gracia el juego de líneas divergentes en el paquetorro simulando abultamiento. La verdadera problemática es que parece que tiene un globo terráqueo en la puta cabeza, por dios bendito. En lugar de Spiderman, tal vez debería llamarse SpiderMAP, que no sólo acaba con el crimen en la Gran Manzana, sino que además instruye a los malhechores acerca de cuestiones de geografía y les muestra la ubicación exacta de las islas Seychelles, a las que todo el mundo quiere ir pero casi nadie sabe cómo se escriben ni dónde están realmente. Y creedme, no me gustaría que ese Spiderman rosa y verde me mostrara por dónde le pasa el meridiano de Greenwich. Está bien, eso no ha tenido mucha gracia, pero necesitaba escribirlo para sentirme pleno.

Mi teoría al respecto de semejante fracaso es que el dibujante fue posponiendo el diseño de la portada «para mañana» durante toda una semana, y se encontró el domingo por la noche con la ilustración por hacer, y sin ningún comic de Spiderman a mano en el que inspirarse. Porque, ¿habéis pensado alguna vez en lo complicado que es, a partir de una imagen mental, sin ningún tipo de referente, plasmar en el papel algo similar a lo que estamos pensando y que no resulte una mierda como un pino? ¿Habéis tratado de dibujar a Spiderman sin tener una imagen reciente en la cabeza, sin buscarlo en internet y sin sacar un comic del cajón? Como estudio sociológico, creo que es exactamente lo que voy a tratar de hacer. Dadme diez minutos.

Oh wow, qué desastre, salió bastante peor de lo que esperaba. Realmente nadie puede negar que se trate de Spiderman pero, ahora que lo estoy comparando con el de verdad, no he acertado demasiado ya sólo en cuanto a vestuario. Creo que esta vez voy a admitir mi derrota y a otorgar la victoria al Spiderman de la cinta, ya que juega a su favor con que posee una cabeza con formato de mapa-mundi y una entrepierna considerablemente más nutrida. No obstante, mi Spiderman tiene un hacha, objeto que siempre consideré que necesitaba el verdadero Spiderman para luchar de forma más eficiente contra el crimen. Y si no, mirad qué asustado está el ladrón de bancos. Tengo una fantástica idea! Dibujad a Spiderman, o a cualquier otro superhéroe que os haga tilín, pero ahora mismo y sin tener ningún referente, sólo usando vuestra memoria, sin buscarlo en Google ni mirar de refilón un poster! Enviadme vuestras creaciones a micki@escalonimaginario.com y publicaré aquí mismo las más sublimes!

Las otras dos cintas sólo las cogí porque la señora que atendía el puesto me insistió desaforadamente en que aprovechara la oferta de «cuatro cintas por un euro», y me dio un poco de pena confesarle que estaba buscando «los objetos más jodidamente insulsos de todo el rastrillo para hablar de ellos en internet». Algo me dice que no lo habría entendido y, en definitiva, ¿quién soy yo para destrozar una ilusión de senectud? Evidentemente nadie. De hecho, las dos primeras cintas las compré porque me daba vergüenza haber estado hora y media examinando cuarenta pilas de vinilos de los que no me había interesado ni uno, y eso, teniendo en cuenta mis gustos ampliamente heterogéneos, dice mucho de la selección musical del lugar.

Una de ellas es «Campeones, Olliver y Benji y otros éxitos de televisión». Nunca supe que Oliver se escribiera con elle. Aparte de la sintonía de Campeones, que a todos nos gustaba y yo mismo tocaba con orgullo en mis clases de piano de los viernes por la tarde, la cinta consta de un montón de canciones extra que ni salían en la serie, ni en ninguna otra serie, y que no alcanzo a comprender que nadie, de ninguna edad, pudiera llegar a tener jamás el más mínimo interés de escuchar. Ya sabéis, de pequeño nunca me hizo especial ilusión la música «para niños» o las bandas sonoras de series, y prefería conocer las andanzas de los Pet Shop Boys y Aviador Dro antes que las majaderías de Miliki, Parchís, Dragones y Mazmorras o su puta madre en braille.

Por último, esta fantástica cassette titulada simplemente «TECHNOTRONIC», con Ya Kid K en la portada y un negreras bailando al estilo 1991 completó mis compras musicales del día, parcialmente porque forma parte del anteriormente mencionado catálogo de Koka Music, y parcialmente porque solía escucharlo cuando tenía diez años y me sentía grandilocuente porque tenía las mismas zapatillas que salían en uno de los vídeos de Technotronic. Por desgracia, algún miserable anterior dueño intercambió los contenidos de la carcasa y lo que encontré dentro de ella fue una cinta Sony grabada y etiquetada como «Coliseum (Romana)». Oh, decepción. Oh, lamentable hallazgo, que me obliga a dedicar el resto de mi de repente triste día a escuchar la canción Guillermo, porque NO PUEDO DORMIR HASTA QUE NO SEPA de qué va, maldita sea.

BONUS! Tus Dibujos!

Rick Jarmin, afamado y apreciado visitante del Escalón, nos envía desde tierras remotas y desconocidas de la península ibérica esta fabulosa obra realizada en rotulador de CDs sobre lienzo. La cual, por cierto, no incluye uno, ni dos, sino ¡tres! superhéroes supuestamente salidos tal cual directamente de su memoria, sin buscarlos en Google Images ni echar una ojeada a lo somardas a ese cómic de Spiderman que todos tenemos al lado del váter.

La estampa me recuerda a esas noches en las que hay un colega tomando antibióticos que ha decidido salir por ahí de todas formas y ya va cogorza perdido a los diez minutos de llegar al bar tras beberse medio cubata y tirar el otro medio encima de alguna tía que había en la barra.
Y si no, observad lo serios y tranquilos que están Superman y Batman mientras Spidey corretea hyper-exaltado por el bar, coreando canciones de Mägo de Oz y llenándolo todo de telarañas. Con el brazo derecho, que no lo vemos porque se sale del encuadre, probablemente esté agarrando a Namor y diciéndole que lo quiere mucho y que le acompañe a por una ronda de tequilas. A Batman, por su parte, se le ve ligeramente más inquieto y con mueca de preocupación, y no es porque tiene el camel-toe más grandioso de toda Gotham City, sino porque sabe que le va a tocar llevar a Spiderman a casa. Superman demuestra que cualquier personaje con traje ceñido al que le coloques un ricito en la frente va a ser directamente Superman por decreto ya que, con respecto al traje, Rick ha acertado casi tanto como yo con mi pobre Spiderman del hacha. No obstante, la rodilla de Superman parece formar parte de la firma de Rick, lo cual convertiría su nombre en C.R. Jarmin. Se tratará de un críptico mensaje en clave? Será una simple casualidad? El Escalón Imaginario está lleno de misterios! Yo podría ahora mismo no ser Micki, podría ser un pingüino habituado al clima templado continental, y nadie jamás lo sabría.
Gracias Rick Jarmin, tu dibujo convierte a esta web en un lugar más cálido!

Quieres ver tu dibujo publicado aquí mismo? Dibuja a tu superhéroe favorito tal y como lo recuerdas ahora mismo, sin fijarte en nada, y envíamelo a micki@escalonimaginario.com!