Comencé a fumar de una manera muy precoz. No es que me enorgullezca de ello, ni tampoco significa eso que a los 9 años estuviera liando mis propios porros y robando radiocassettes de coche para costearme los burdeles, pero alrededor de los 12 años ya volcaba casi todos mis esfuerzos en conseguir paquetes de tabaco, y eso a mí me parece precoz. Ya sé que me vais a decir que fumar a los doce años no es precoz ni nada que se le parezca, y que los criajos de doce años hoy en día ya consumen y saben qué es la ketamina, cuando yo hasta hace dos días pensaba que se trataba de la piel dura esa asquerosa que tienen los insectos por encima de su cuerpo.

Por supuesto, mi consumo de tabaco no era el mismo a los doce años que a los veinticinco, y durante ese intervalo de tiempo dicho consumo experimentó un crecimiento exponencial durante el cual fumé todo tipo de mierdas disponibles en el estanco. Rubio, negro, mentolado, Fortuna, Ducados, L&M, Winston, Lucky Strike y tabaco de liar de cualquier marca y color. Incluso durante una época me dio por fumar tabaco de pipa, pero liado con papel para no tener que ir con una pipa y parecer un Sherlock Holmes con greñas venido a menos o uno de esos tíos que fuman en pipa con toda la naturalidad del mundo pero en su fuero interno saben que todo el mundo les está mirando y preguntándose si son escritores o simplemente imbéciles. Como bien sabéis, el tabaco de pipa tiene las hebras demasiado gruesas y no es el más idóneo para ser liado en cigarrillos. Hey, acabo de descubrir de golpe dos cosas muy importantes. Una, que el tabaco de pipa se llamaba de pipa porque había que fumárselo en una pipa, no en cigarros como un cretino. Y dos, que la palabra hebras me da asco. Pues bien, gracias a los cigarros resultantes de dicho tabaco de pipa, que se asemejaban más a truchas que a cosas fumables, mis noches transcurrían entre dar explicaciones acerca de que lo que estaba fumando era simplemente tabaco de pipa a camareros de bares que me querían expulsar, y dar explicaciones de que lo que estaba fumando era simplemente tabaco de pipa a desgraciados que querían comprar buena mierda.

Me gustaba fumar. El tabaco era mi único amigo en esas noches en las que la tía que te mola se lía en un bar con cualquier fracasado de camisa ibicenca que baila despreocupadamente canciones «de marcha», cubatilla en mano. El tabaco era mi principal aliado en esos infrecuentes momentos en los que, en lugar de llegar 34 minutos tarde a una cita como de costumbre, me tocaba a mí esperar a alguien y no sabía qué hacer con las manos durante ese tiempo. El tabaco me acompañaba al despertar, al desayunar, al llamar por teléfono, al escribir, al pensar en invasiones alienígenas que me escogen como su monarca absoluto, al salir de casa, al entrar en casa, al hacer la cena, al comerme la cena, al fregar los platos de la cena dos días después, al escoger calzoncillos, al sacar la basura, al aguardar la llegada del cerrajero porque he perdido las llaves en el supermercado, al emparejar calcetines y al escuchar vinilos de Dogs D’Amour recordando tiempos más halagüeños espiritualmente hablando.
Eventualmente, llegué a la conclusión de que el tabaco me acompañaba en demasiados momentos de la vida, ya que incluso cuando estaba fumando tenía ganas de fumar más, y cuando tenía ganas de fumar más aunque estuviera fumando, pensaba en fumar un poco más. Por otra parte, me inquietaba considerablemente la sensación constante de tener dentro de los pulmones una familia de mejillones rebozados en tabasco y con las aristas de sus conchas bien afiladas.

Así que, en el año 2006, decidí prescindir de la compañía del tabaco, y aproveché para ello una de las peores épocas de mi existencia, una de esas en las que nada funciona bien y sientes deseos de comunicar vía ouija con cualquier difunto aleatorio y preguntarle a gritos «pero por qué yo?!» mientras los cuchillos y tenedores vuelan por los aires y se clavan en el techo. Como justamente también coincidió con esos meses a principios de 2006 en los que el tabaco experimentó una bajada de precios salvaje y podías comprar un paquete de Marlboro por un euro y medio, pensé que era el momento apropiado para dejar de fumar porque era difícil, aunque no imposible, que mi asqueamiento vital descendiera aún más y la debilidad resultante me impulsara a volver a fumar. Y funcionó, señores y señoritas. Por una vez en la vida, una de las geniales ideas de vuestro humilde servidor dio sus frutos. Si hay dos cosas de las que estoy orgulloso en mi vida, una de ellas es haber dejado de fumar con éxito. La otra es haber aprobado el último examen de la carrera con unas fabulosas chuletas tamaño folio en las que incluí justamente lo que me preguntaron. Ni una cosa más ni una menos. Qué puntería, my sweet lord.

Ahora soy uno de esos repelentes que odian el tabaco y pronuncian las mismas frases de rechazo que mi madre cuando olisqueaba mi estela al volver los sábados por la noche. En cambio, en determinados momentos que llegan sin avisar como el invierno, siento unos fervientes deseos de fumarme un Ducados y luego otro, para rematar la faena. Como ahora mismo. Oh dios mío, no me dejes caer. Para evitar recaídas y sentirme como un fracasado integral, no me he atrevido a fumar ni siquiera pipas de agua de esas que hay en las teterías a las que van las tías pijas para sentirse étnicas y universales y, de hecho, suelo tener un sueño recurrente en el que vuelvo a fumar y me despierto más angustiado que si soñara que me aserraban los cojones con un tenedor de postre. Con sudor en la frente, almohada en forma de pajarita y todo eso. Cómo son las adicciones, ¿verdad? Yeah. Suerte que nunca probé la ketamina. Todavía no sé qué hacer con los brazos cuando tengo que esperar a alguien en la calle, y suelo optar por el truco de ponerme una mano en la frente a modo de visera y pretender que estoy divisando algo en la lejanía. Y como, por lamentable que suene, soy consciente de que en cualquier momento puedo dar un traspiés y convertirme de nuevo en fumador activo, hoy vamos a realizar una terapia de choque y vamos a hablar de tabaco. Pero no de tabaco de verdad, oh no, eso sería muy fácil, hoy nos sumergimos de lleno en el mundo del…

El 87% del componente básico de los artículos de broma se basa en objetos que no son lo que parecen y provocan situaciones altamente tronchantes. Chicles que en realidad son un cepo para los dedillos, tinta que desaparece al rato, caramelos que saben a ombligo de cerda y, por supuesto, cigarrillos que en realidad no lo son. Por desgracia, también el 87% de las veces dichas bromas están tan jodidamente mal hechas que su utilización suele culminar en fracaso absoluto y en reflexiones tipo «yo pensé que igual colaba». Las tres bromas de hoy no son excepción. A veces desearía que existiera un conducto subterráneo que comunicara directamente mi cocina con la cola de la panadería, para no ser distraído por comercios y tiendas colindantes que me atraen magnéticamente cual sirena de Ulises y me ofrecen artículos como los que vamos a examinar a continuación.

Tricky Squirt Cigarette

Tricky Squirt Cigarette es una fantástica réplica de un paquete de Marlboro que esconde una inesperada sorpresa. Aunque, a juzgar por la pieza gris que simula cigarrillos asomando por uno de sus laterales, cualquiera a simple vista podría dar por hecho que el paquete esconde cualquier cosa excepto, efectivamente, cigarrillos. Obviando ese detalle porque la magia de este mundo radica en que nada de lo que hay en él es perfecto, la ilustración del blister nos muestra una pareja sin tórax con estética retropop estilo fan de Los Planetas. Ella lleva unos elegantes zapatos con visera para evitar esas incómodas quemaduras en el empeine. Él actúa como si le estuviera eyaculando un león marino seropositivo en plena garganta. En realidad, la gracia de Tricky Squirt Cigarette radica en que el paquete expulsa un chorrillo de agua, simplemente agua y no semen de Satán, hacia la persona a la que ofreces tabaco gratis.

El paquete trata de reproducir lo más fidedignamente posible el diseño de Marlboro, pero por supuesto sin llegar a provocar una denuncia por utilización indebida de imagen y marca por parte del gigante rojo. Así, la forma más simple de evitar posibles pleitos ha sido reemplazar la palabra Marlboro por otra que resulte similar al observarla de reojo. Como por ejemplo Mrdheao. Sí, Mrdheao, me encanta, quiero un barco que se llame así y descubrir islas vírgenes y todavía no colonizadas en las que se cultiven nuevos cereales y hortalizas de colores pastel. Mrdheao suena como una contracción de las palabras mierda y meao y, aunque sé que los detractores del tabaco estaréis ahora mismo chillando al unísono «esos son realmente los componentes de los cigarrillos!», dudo que nadie en su sano juicio aceptara un cigarro de semejante marca. Por cierto, no creo que a Marlboro se le conozca como «el gigante rojo», pero queda bastante bien, ¿verdad?

En uno de los laterales del paquete, donde normalmente vendrían indicados los niveles de nicotina, alquitrán, mierda y meao que estás a punto de inhalar, los diseñadores de Tricky Squirt Cigarette han incluido un pacificador mensaje que recomienda hacer algo que no logro entender. Quiero decir, claro que puedo entenderlo, pero no sin atar más cabos de los necesarios para entender un mensaje de semejante calibre intrascendente. Para empezar, «hurt your victims» me parece una frase algo exagerada para una cajica de plástico que lanza un chorrillo de agua, y doy por hecho que se refiere al posible caso en el que alguien rellene el paquete de alcohol o aguarrás y alcance sin querer el ojo con lentilla de otra persona, para después matarlo a base de patadas en el estómago. Eso se va pareciendo más a mi concepto de víctima. Luego, el mensaje nos sugiere que, después del mal trago, le ofrezcamos un… verdadero…. …. aigret… para calmarle los nervios. Qué es un aigret? Es un plato francés de nouvelle cuisine? Aigret con lecho de foie a la frambuesa? Ya, ya sé que se refiere a cigarette, pero me resulta fascinante que alguien que conoce la existencia del verbo soothe la joda tan estrepitosamente al escribir algo tan en principio común como cigarette.

Otro importante handicap de Tricky Squirt Cigarette es que algo en su interior cierra mal y pierde líquido por todas partes. Lo cual significa que, para cuando alguien se haya armado de valor y saque el paquete, dispuesto a ejecutar la jodida broma más bestial del siglo, fracase porque la totalidad del agua estará en sus pantalones, a modo de cerco y cerca, valga la redundancia, de sus genitales. Tal vez sea una broma dentro de una broma.
En definitiva, Tricky Squirt Cigarette sólo funcionaría, como mucho, en una Nochevieja a las 4 de la mañana, cuando la mezcla del champán, la sidra, el vinarro, los cubatas, y los chupitos de «venga, por Sifo, por si follamos ja ja ja ja ja ja jajmf» ya han hecho su efecto y a todo el mundo le da igual ocho que ochenta. Porque admitámoslo, ¿quién no ha ido alguna vez tan cocido que se ha fumado un cigarro encendiéndolo por la parte del filtro y se ha dado cuenta al rato, y sólo porque ha empezado a oler a cerumen quemado?

Squirt Cigarette

Similar nomenclatura, semejante funcionamiento, pero con ligeros matices que lo diferencian de Tricky Squirt Cigarette, convirtiéndolo en un ejemplar único. Como por ejemplo el dibujo del cartón, que esta vez representa a un pobre hombre sin barbilla totalmente horrorizado al recibir un chorro de agua a modo de manguerazo en la zona del bigote por parte de un compañero de trabajo sin barbilla, de esos positivos que los jueves te comunican alegremente que «venga, mañana viernes ya» y no sabes si contestarles o fingir un ataque de tos. Creo que el hombre sin barbilla exagera demasiado su reacción, y no me entendáis mal, soy el primero que se sobresalta a la mínima y un inesperado chorro de agua de ese tipo seguramente me haría emitir un aullido al estilo James Hetfield en 1987. Pero, sinceramente, cuando el que está proyectando agua hacia tu boca es un ser con la piel blanca, sin nariz, óvalos negros a modo de ojos y una boca semejante a un huevo frito desplomándose desde el techo, un poco de agua no es el peor de tus problemas.

Aunque el diseño del blister parece realizado por un taller de integración de diseñadores gráficos mancos, de esos que manejan el ratón con la boca, el cigarrillo en sí está francamente bien logrado. Y encontrar un objeto que realmente dé el pego entre el caleidoscopio de artículos de broma que parecen hechos a posta para tener el aspecto más falso posible y dar el cantazo a cien leguas de distancia es, creedme, todo un logro. El efecto ceniza es realista incluso de cerca, y por debajo tiene un papel naranja brillante para completar el aspecto de cigarrillo encendido, tan creíble que tuve que reprimir los deseos de llevármelo a las fauces, poner Killers de Iron Maiden en el tocadiscos y comenzar a inhalar como si no existiera el mañana. No obstante, el tiempo que dedicó el fabricante a perfeccionar la imagen exterior repercutió en que probablemente se invirtieron tres minutos en tratar de hacerlo mínimamente usable.

Tal como podéis deducir leyendo entre líneas y examinando con detenimiento la imagen, el truco consiste en una pera de plástico que se llena de agua o, en su defecto, de cualquier otro líquido de vuestra elección, como por ejemplo vinagre caducado, la cual se interconecta con el tubillo de plástico que sobresale por el filtro del cigarro. La mencionada pera se oculta dentro de tu mano mientras te aproximas a tu colega fingiendo fumar y disimulando como una jodida cobaya, apuntas hacia sus gafas, aprietas con decisión la pera y… ¡splash! Te aseguras de un plumazo ser el absoluto héroe durante el resto de la noche, y tal vez también llevarte a casa algún tipo de venganza por gracioso, ya sea en forma de tortazo en el momento, o del mismo vinagre caducado dentro de tu cubata cuando menos te lo esperas.

Tanto el tubillo que hay en el extremo de la pera como el que sobresale del cigarro parecen estar hechos del material más rígido jamás conocido por el ser humano, lo que imposibilita empuñar el cigarro con un mínimo de naturalidad, pareciendo irremediablemente o bien el poseedor de una prótesis en forma de mano, o uno de esos pre-adolescentes que se ponen a fumar en corrillo tratando de aparentar superioridad cuando se puede percibir a la legua que no han fumado en su puta vida y que, siendo muy afortunados, conseguirán dejar el vicio como mínimo a los 26 años. Hey, no estoy hablando de mí de forma encubierta, yo siempre transmitía una supremacía cuasi-jamesdeaniana cuando fumaba. Debo apuntar que Squirt Cigarette ya no forma parte de mis pertenencias puesto que, misteriosamente, al entrar en contacto con una miserable gota de agua, todo el cigarrillo se disuelve en una especie de masa informe de papel maché que me vi obligado a enterrar en el jardín por miedo a que cobrara vida y se metiera en mi cama por las noches. Supongo que Squirt Cigarette es un objeto de un sólo uso, como las cerillas, los condones y las obleas.

Exploding Cigarette

Qué puede ser esto? Me pregunté mientras observaba dubitativo el packaging de este maravilloso objeto. Packaging es una palabra muy profesional, verdad? La aprendí durante mi corta carrera como diseñador de bolsas de caramelos, cuyo punto álgido fue el diseño de un envoltorio de unos caramelos que todavía se venden, según pude comprobar con verdadero éxtasis el otro día en una gasolinera. Al gasolinero no pareció causarle tanta emoción. Qué sabrá él, todo el día con ese olor a fuel y vendiendo cerveza y gominolas a un 200% de su precio real. La anárquica escena nos muestra una instantánea de varios personajes repelentes en un fondo de cielo azul y nubes, con lo cual perfectamente podría tratarse de la representación de lo que está ocurriendo en el Valhalla ahora mismo. Así, tenemos a Odín quien, ajeno a las leyes que prohíben fumar en centros públicos porque para eso es el jefe, disfruta de un puto puro mientras revisa uno de esos papeles con muchas cosas impresas que no tienen ningún sentido pero que se suelen utilizar para aparentar que estamos trabajando. Mientras tanto Freya, la diosa del amor, calla asustada y sabe que llegará a casa apestando a taberna. Como no conozco más nombres de dioses nórdicos, digamos que Olaf se desternilla hasta el descoyuntamiento corporal mientras sujeta una cajetilla de tabaco tamaño Din-A4 y comprueba que a Sven le ha explotado un cigarro con dimensiones de catalejo a dos metros de su cara. Hey, yo también reiría con tanta satisfacción si fuera capaz de sacar de un paquete un cilindro cincuenta veces más grande, mi vida sexual mejoraría considerablemente.

Esta vez, la marca falsa elegida es MarsHero, quizá en honor a Mick Mars de Mötley Crüe, y tiene absolutamente todo el aspecto de aquellos paquetes de diez cigarrillos Marlboro Lights que se compraban las tías imbéciles que sólo fumaban los sábados y tenían que terminar el paquete a duras penas durante el transcurso de la noche para que sus madres no se lo localizaran al llegar a casa. Evidentemente, se trataba de cigarros explosivos pero ¿cómo funcionarían? El blister pesaba algo así como un gramo y medio, mientras que el aspecto general de Exploding Cigarette hacía pensar que no podía tratarse de un artículo muy sofisticado. La parte frontal hace hincapié en varios lugares, y en distintos idiomas incluyendo el griego y el italiano, que se lea la parte trasera del cartón. Tal vez allí encontrara respuesta a mis preguntas, porque realmente no me atrevía a abrirlo hasta no saber realmente con qué me iba a encontrar. Sí, lo que he comentado anteriormente es cierto al cien por cien: soy un maldito acojonado en lo que a explosiones se refiere. Pero no explosiones tipo bombas nucleares y demás detonaciones masivas. Nah, esas no me incomodan aunque conviertan mis extremidades en churrasco. Son las pequeñas explosiones, las inminentes, las que pueden ocurrir en cualquier momento inesperado, las que me sumen en un estado de pánico similar al que me provoca contemplar la cara de Rhianna la cantante durante más de un minuto. Joder, parece como si le hubieran pegado un palazo en la frente. Ya sabéis: petardos, cohetes playeros, globos y, sobre todo, niños jugando con globos. No lo puedo evitar, en cuanto veo un niño jugando con un globo cerca de mi presencia, necesito pegarle una patada en los dientes y salir corriendo en busca de refugio.

Wow, esas instrucciones no fueron de mucha ayuda. Eh? After your friend doing it? You can think what about your friend? Excuse me, WHAT? Soy incapaz de darle un sentido a esa última frase y no, debajo de la pegatina no hay nada más, yo también pensé como vosotros que habría dos palabras clave que dotarían de significado a semejante escarola lingüística del infierno negro. En realidad no culpo al fabricante, es todo un detalle que hayan traducido las instrucciones a idioma Broken English, aunque dichas instrucciones no valgan ni para cascarla. De hecho, si yo tuviera que redactar un packaging en chino, sólo podría poner ya tebe kahayu, que significa «te amo». Ah no, mierda, eso es ukraniano! Mi packaging chino sería un cartón en blanco.
Por otra parte, me resisto a creer que el párrafo en inglés sea realmente una traducción del párrafo en chino, el cual sospecho que dice «atención: existe una probabilidad entre tres millones de que la mierda que tienes entre manos permanezca entera durante más de diez segundos». Porque efectivamente, nada más extraer el supuesto cigarro explosivo del paquete, que finalmente no resultó ser más que una colilla y media pegadas a un plástico, lo único que ocurrió fue que todo el cacharro se rompió en cien millones de piezas de plástico y metal que saltaron por los aires. Tuve que recogerlas una a una, recomponerlas y casi barnizarlas para hacer la foto. Pero sin explosión, ni humo, ni nada de lo que se prometía.

El mecanismo consiste en el resorte más precario de la historia de la revolución industrial, que al ser sacado del paquete percute, si se alinean los planetas y la suerte te acompaña, un petardillo el cual, por supuesto, no está incluido y tienes que comprar e instalar aparte. Pero una vez que has sacado el resorte es imposible volverlo a meter porque se ha roto en mil pedazos! Exploding Cigarette es una absoluta decepción, la representación en plástico de brumas grises que anuncian tempestad en una fría tarde de noviembre. Además, el lateral del paquete nos advierte que Exploding Cigarette no puede ser utilizado por un tal AKUL TS, ni tampoco por ninguna persona con cualquier patología. Así es, cualquiera, lo cual incluye el amplio espectro que va desde la gente con estreñimiento hasta la que tiene flemas crónicas.

Creo que yo tampoco debería haber puesto mis manos sobre Explosive Cigarette, ni tampoco sobre ninguna de las otras dos desgracias que hemos reseñado hoy, ya que mi personal patología es adquirir siempre que tengo oportunidad los objetos más lamentablemente inútiles sobre la faz de la Tierra.

Pero dejemos de hablar de tabaco falso y hablemos de tabaco verdadero! Contadme vuestras anécdotas relacionadas con el tabaco en la zona de comentarios que hay más abajo, hey, todos tenemos alguna. Empezaré yo. La vez que más fácilmente he ligado en toda mi vida fue hace muchos años en la playa, mientras volvía con mis colegas veraniegos del estanco en el que acababa de comprar un paquete de tabaco de liar. Mientras leía en voz alta la advertencia de las autoridades sanitarias que decía «fumar perjudica seriamen…», una voz femenina completó la frase, diciendo «…te la salud». Era un grupo de chicas con las que hablamos durante un rato, y quedamos para vernos esa misma noche en la playa. Fue magia instantánea. Nunca acudimos a la cita, porque todas excepto una eran unos cardos soberanos, e incluso una de ellas se parecía a Jimi Hendrix, pero a veces me pregunto si dejaría pasar por banalidades superficiales al amor de mi vida porque hey, ya sabéis, la belleza radica en el interior y no en las similitudes con míticos guitarristas negros. Ni que decir tiene que dedicamos el resto del verano a pronunciar la frase «fumar perjudica seriamen…» en momentos estratégicos, sin obtener ningún tipo de respuesta positiva. Aún hoy todavía la digo de vez en cuando a ver si cuela. Caramba, espero que vuestras anécdotas sean mejores que la mía.