Ayer, por primera vez en mi vida, me tocó la sorpresa del roscón de Reyes. Como mi memoria es difusa cual neblina londinense en película de terror llena de clichés, es altamente probable que eso sea falso y alguna vez más haya hallado la sorpresa en alguno de los 132 roscones de Reyes que he comido, uno por cada año que tengo. Es más, recuerdo vagamente un llavero de M.A. Baracus al cual hinqué el diente durante algún soleado día de Reyes perdido en las arenas del arenoso tiempo. Pero como la idea de que un llavero de M.A. Baracus aparezca enterrado dentro de la nata de un roscón parece un concepto como de otro planeta, vamos a pretender que aquello nunca ocurrió, o que en realidad aconteció el 29 de enero, en San Valero. Porque ya sabéis, aquí en Zaragoza comemos roscón no una, sino DOS veces al año.

He de confesar que, técnicamente, la sorpresa no apareció en el primer cacho de roscón que me comí, sino en el segundo, ya que consideré apropiado repetir en honor a Gaspar, que como bien sabréis era chino aunque nadie me crea cuando lo proclamo a los cuatro vientos con seriedad. Pero en mi defensa debo aducir que dichos cachos eran relativamente minúsculos y no equivalía cada uno a una mitad del roscón, que ya sé lo que estáis pensando. Bitches. Así que pretendamos que eso tampoco ocurrió ya que, si ni es la primera vez que consigo la sorpresa, ni la conseguí a la primera, esta pequeña historia tendría aún menos interés del poco que ya tiene. Hey, me encanta como ha quedado esa frase con las palabras «conseguir» y «primera» reflejadas en plan espejo, parece uno de esos recursos estilísticos que aparecían en el libro de Lengua Española y que en la teoría parecían tan fáciles, mientras que en la práctica era casi imposible tratar de escribir alguno de tu puño y letra y que no quedara forzadísimo.

Un gato. Una especie de farsa de gato, plagio de Isidoro y con más bigotes que frente, portando a modo de bate de baseball un jamón. No es un llavero de M.A. Baracus, pero al menos supera al arquetípico Santa Claus, al habitual Rey Mago, al consabido oso cursi o a su puta madre en prosa dodecafónica. Además… qué decís? Cierto, no es un jamón, es un corazón! Con un palo verde para agarrarlo mejor! Esto sólo puede significar una cosa. Mientras sabía desde el principio que 2010 iba a ser un año sin horizontes, y como prueba de ello el único acontecimiento relevante fue cuando conseguí que Sammy Serious de The Zeros me enviara una camiseta dedicada, 2011 va a ser harina de otro costal. Lleno de amor. Y jamón. Y palos verdes. Y sake. Me lo ha dicho un gato que ni siquiera se tiene en pie porque tiene los pies mal hechos. Yeah. Oh, y…

Sí señor, los Reyes Magos me han traído posavasos con forma de disco de vinilo. Gracias al resurgimiento del vinilo y a que ahora vuelve a ser cool, parece ser que se está fabricando un montón de merchandising y tontadicas que sirven tanto para el imbécil que no ha tocado un vinilo en su vida pero va de modernillo, como para el imbécil que tiene cincuenta millones de discos y cualquier día morirá sepultado entre ellos al encaramarse a buscar el «Live At The Inferno» que está en la estantería superior. Como vuestro humilde servidor.

El mencionado merchandising y las mencionadas tontadicas relacionadas con el mundo de los vinilos también sirven para dar un pequeño soplo de aire fresco a mi pobre hermana, que se rompe los cascos para encontrarme regalos apropiados ya que, aunque me fascina una plétora de cosas heterogéneas, reconozco que es harto complicado adivinar, por ejemplo, qué película de mierda que no ha visto nadie jamás me haría ilusión. Yo, a cambio, si ocurre un eclipse lunar y me acuerdo, le suelo regalar un frasco de colonia porque me sale más barato en el curro y porque soy un hermano nefasto.

Los posavasos son fabulosos y no puedo esperar a colocar una Budweiser encima con la majestuosidad que merezco y merecen. Son de goma, tienen surcos, vienen en una réplica de la habitual portada abierta o gatefold de los discos dobles, y al parecer cada uno de los modelos parodia algún disco famoso. Como, por ejemplo, uno de ellos tiene el estilo del «Bad» de Michael Jackson, sólo que en este caso han reemplazado «Bad» por «Bread», porque más o menos rima. Because I’m bread, I’m bread, you know it. Hah hah huh. Lamentablemente, parece ser que no se les ocurrió ninguna gracia para el otro modelo que tengo, que parodia «Abbey Road» de los Beatles, los cuales han sido reemplazados por plátanos. Si existe la gracia, yo no la pillo, aunque también es verdad que he dormido muy poco y no me percataría ni de si una cabra negra entrara ahora mismo por mi puerta y me lamiera los cojones. Si yo hubiera estado al cargo de diseñar estas portadas, a la de los Beatles la habría llamado «Esbi Road», que se parece a «Abbey Road», suena a «esbirro», y como hasta yo mismo reconozco que no tiene ni puta gracia, será mejor que vaya a buscar esa Budweiser que me estaría esperando con los brazos abiertos si tuviera brazos. Amor, jamón y sake para todos vosotros y todas vosotras en este año MMXI. Oh, y contadme vuestra suerte o ausencia de ella en este reciente roscón de Reyes. INCLUSO VOSOTROS Y VOSOTRAS QUE LEÉIS PERO NUNCA COMENTÁIS NADA. Os prometo que os sentiréis mejor después de hacerlo.