Durante la noche de Reyes vi RoboCop 3. Y me gustó. Y no lo esperaba. Es un milagro! El milagro de la navidad! Teniendo en cuenta que mi espíritu navideño este año ha sido más nulo que la actividad sentimental de una rana muerta, supongo que el motivo no ha sido realmente ese, sino que probablemente me pilló de buenas y especialmente receptivo. Tras acarrear por aquí y por allá durante todo el día mi garganta del tamaño de un buque infectado por culpa de la faringitis traidora que ha sacudido mi mundo durante toda esta estúpida semana, necesitaba sentarme tranquilamente con un zumo de naranja al whisky, un paracetamol y ver una película que me hiciera sentir medianamente afortunado. Necesitaba RoboCop 3. En realidad necesitaba que Lee Aaron me hiciera una felación. Pero ya sabéis, RoboCop 3 estaba bastante más accesible.

Siempre he sentido un aprecio especial por RoboCop, la primera parte de 1987, y si juntáramos las horas totales que he invertido en verla una y otra vez a lo largo de mi existencia, seguramente daría tiempo suficiente a que un espermatozoide fecundara un óvulo, se convirtiera en un bebé calvo y rosado, cumpliera la mayoría de edad, se hiciera una cuenta en Facebook y comenzara a escribir relevantes informaciones como «haciendo la cenicaaaa XD». La he visto docenas de veces, todavía repito varias veces la parte en la que dice «thank you for your cooperation» hasta que me quedo satisfecho y puedo continuar, y todavía me da un poco de repugnancia cuando el tío con pinta de gustarle Rammstein se cae en el tanque de ácido y se le derriten los dedos.
Tanto es así, que varios meses atrás decidí que sería una fantástica inversión comprar la trilogía completa en DVD, para por una vez en la vida huir de las cintas VHS, poder verlas en inglés, escuchar «dead or alive, you’re coming with me» en todo su esplendor original, y tener al alcance de mi mano un montón de extras acerca de cómo se construyó el robot malo, que luego nunca tendré ganas de ver pero sabré que están ahí y me reconfortará.

Aunque estoy seguro de que en su día alquilé en el videoclub RoboCop 2 y la vi sentado en mi sofá engullendo bocadillos de jamón, ya he comentado en varias ocasiones que, si he visto una película menos de trescientas veces, se me borra de la mente automáticamente en un plazo de diez días. No es algo que me haga sentir especial en el buen sentido, ya que cada vez que eso ocurre me da por pensar que, cuando tenía tres meses y mi padre me arrojó a la bañera pensando que había agua a pesar de que estaba vacía, las secuelas fueron algo más que una aversión de por vida a dejar los botes de champú destapados. Desde la supremacía que me otorgaba la posesión de las tres películas en un fabuloso estuche pseudo-metálico, vi la segunda parte hace un par de meses y me pareció una soberana desgracia. Me aburrí, me dormí a mitad, soñé con que la oficial Anne Lewis me insinuaba que planeaba regalarme sus bragas, me desperté y tuve que rebobinar para ver todo lo que me había perdido, lo que me había perdido me resultó menos interesante que la historia de las bragas de la oficial Anne Lewis, se me hizo larguísima, al día siguiente tenía que madrugar para vivir un día intensamente insulso y, en definitiva, supongo que me pilló de malas.

Por eso, si ya la secuela me había parecido el sopor padre, no me atrevía a ver la tercera parte y lo iba posponiendo día tras día de la misma forma que pospongo renovar mi flota de calcetines. No la vi en el momento del estreno, 1993, por motivos que desconozco y desconoceré para siempre porque ni tan siquiera recuerdo tener constancia de dicho estreno. Tal vez coincidió con la época en la que me retiré a vivir al bosque para estudiar en primera persona el mundo de las aves y descubrir por fin si los gorriones macho tienen pene. En esencia, RoboCop 3 pasó sobrevolando por encima de mi cabeza y yo ni siquiera me percaté de ello, como aquella chica que me dijo en un bar que me parecía a Ray Manzarek y si podía invitarle a una cerveza, y a los dos días até cabos. De todas formas, la situación no prometía ser un excitante festival de acción por varios motivos.

Primero, el actor que encarna a RoboCop ya no era el de las dos primeras partes, sino que había sido sustituido por otro. Ya, ya sé que la única chicha que se le ve a RoboCop es la boca, pero esa boca de plato de habas es posiblemente la boca más importante de la historia del cine. Me encantaría que la frase «RoboCop: la boca más importante de la historia del cine» se incluyera en la contraportada de la próxima edición en DVD.
Segundo, y aunque fue rodada en 1991, no se estrenó hasta 1993, y siento una absurda aversión hacia todo lo que apareció posteriormente a 1992, justamente. Cobi es la única excepción que confirma esta regla. Nunca supe si estaba de perfil o de frente, y nunca le terminé de pillar la gracia.
Y tercero y último, RoboCop aparecía en la portada acompañado de una niña repipi, ofreciendo claros indicios de que la película podía resultar un melodrama nefasto con RoboCop y la niña haciéndose amigos y aprendiendo juntos. Porque ya se sabe que, a excepción de Tapón en Indiana Jones y el Templo Maldito, la combinación de héroes de películas y niños cargantes nunca produce una buena resaca.

El argumento, a grandes rasgos, es el siguiente. La OCP, una organización de gente que no se sabe bien a qué se dedica pero que van todos trajeados y no desaparecen ni a la de tres (nunca mejor dicho) porque son los malos durante toda la saga de películas, siguen en sus trece de realizar su proyecto. Su proyecto es edificar desde cero una nueva ciudad llamada Delta City sobre los escombros de Detroit. Para poder edificar sobre escombros, primero tiene que haber escombros y, para producir escombros, primero tienen que demoler las viviendas de una panda de desgraciados que hacen las veces de familias humildes y desamparadas. La OCP, esta vez, y aparte de haber sido absorbida por una compañía japonesa llamada Kanemitsu o algo similar, ha contratado a una legión de mercenarios con aspecto de militares para que vayan evacuando a todas las familias desamparadas a empujones y patadas traicioneras de esas que duelen mucho, con la promesa de trasladarlos a una vivienda mejor. Promesa que es, evidentemente, falsa como cuando tu amigo te dice que estaba borracho cuando se lió con la tía que te gustaba y luego encima subió las fotos a Tuenti, llamando al álbum «noxes locassss».

Por supuesto, hay un grupúsculo de disidentes, liderados por una negra que vocifera con gestos muy expresivos, que se rebelan contra la OCP y se niegan a perder sus casas, conspirando por lo bajini y poniendo bombas en la primera superficie plana que encuentran. La niña en cuestión es un genio de la informática y de la robótica que tiene un ordenador portátil mediante el cual es capaz desde apagar las luces de la casa hasta provocar que una mano cibernética emerja de la taza del váter y le frote el ano, vive con sus padres en una de las casas a evacuar, es separada de dichos padres y, por avatares del destino, termina con el grupo de disidentes. Los cuales, por cierto, la acogen como una segunda familia porque descubren que, aparte de apagar luces, la puta niña también es capaz de controlar robots de tres metros de alto y conseguir que digan majaderías con su voz de robot, simplemente conectándoles un cable en pleno fulgor de la batalla y tecleando tres comandos.

La cosa se complica cuando, en el proceso de evacuación de varias familias andrajosas que se refugian en una iglesia, RoboCop y su compañera Anne Lewis se posicionan a favor de las familias andrajosas. Sin ningún miramiento, el ejército de mercenarios contratados por la OCP matan a Anne y dejan a RoboCop hecho mondongo del Congo. Sí señor, Anne Lewis muere sin posibilidad de resurrección al principio de la película. Todavía no había salido de mi asombro cuando terminé de hablar con mi vecina, que había bajado preocupada porque había escuchado a alguien chillar «NOOOOO!» como si a alguien le estuvieran retirando la piel del prepucio con un cuchillo para la mermelada. Anne Lewis es mi personaje favorito de RoboCop, más incluso que el propio RoboCop y, a pesar de que tiene cara de vieja, siempre me pareció muy majica y muy dulce. Tanto que solía obligar a mi ex-mujer a que se pusiera una careta de cartón con la cara de Anne Lewis durante el desayuno. Tal vez por eso me pidió el divorcio. Hey, tampoco creo que estuviera PIDIENDO TANTO. Además, durante muchos años estuve convencido de que Nancy Allen, la actriz que encarna a Anne Lewis, era la misma que hacía de Princesa Leia en Star Wars, hasta que alguien me ridiculizó en público demostrándome mi craso error. Oh, no digáis que no se dan un aire.

RoboCop se alía con el grupo de rebeldes, los cuales lo adoptan igualmente como una segunda familia porque perciben que es capaz de repartir sopapos como hogazas, y posteriormente también acogen en su seno a la ingeniera que está al cargo del mantenimiendo de RoboCop, la cual ha desarrollado incluso una mochililla que permite a RoboCop volar y recargarse cual batería de Li-Ion. Juntos, y posteriormente con la ayuda del pueblo llano y de la policía, que han renunciado todos en masa a su puesto con lanzamiento de placa al suelo y semblante serio incluidos, consiguen derrotar a base de ostia fina a la OCP, a los mercenarios contratados por la OCP, a una horda de punkies con peinado a lo Rancid, y al robot ninja enviado por la compañía japonesa Kanemitsu. Que qué robot ninja? Como no podía ser de otra forma, y ya que la película fue rodada en 1991, todavía dentro del apogeo de la todopoderosa «era ninja» que comenzó su terrible declive pocos años después, tenía que aparecer un ninja por cualquier sitio, como en toda película, cómic o videojuego de la época que se preciara. Y en este caso es en forma de un robot ninja un poco carente de carisma.

Después de ver la película, entré en www.imdb.com para despejar algunas de mis dudas, como si el líder de la compañía japonesa era el mismo tío que hacía de mago chino en Conan el Destructor, y si un tal Bradley Whitford que aparecía en los créditos era realmente el guitarrista de Aerosmith y no me había percatado. Finalmente, el japonés sí era el mago chino de Conan, Brad Whitford no era el guitarrista de Aerosmith, y aparte descubrí que Nancy Allen sólo había accedido a interpretar de nuevo su personaje de Anne Lewis bajo la condición de que ésta muriera durante la primera mitad de la película. Maldito internet y maldita disponibilidad de toda la información del mundo al alcance de un click de tu roñoso ratón, yo no quería saber eso! Averiguar que han interpretado a tu personaje favorito de la saga a regañadientes le resta bastante gracia a la experiencia e incluso te deja ligeramente incómodo y con el ceño fruncido, ya sabéis, una ceja más arriba que la otra al estilo Shannen Doherty. Creo que Bill Murray puso una condición muy similar hace un par de años con respecto al posible rodaje de Ghostbusters 3. Qué se cree esta gente, que son irremplazables? Es como si yo le dijera a mi jefe que mañana acudiré a currar con la condición de que a mitad de mañana me extiendan en el salón de actos unas alfombras persas, cien cojines, cuatro fulanas desnudas de distintas etnias y edades, y se me permita dormir una siesta de cuatro horas mientras dichas fulanas me acarician los escuálidos bíceps.

En IMDB también fui consciente de que RoboCop 3 es una película odiada, vilipendiada y despreciada por todo hijo de vecino, no le gusta a básicamente nadie, y en todas las críticas enviadas a la web aparece o bien la frase «esta película es una santa mierda» o bien la alternativa «esta película es una santísima puta mierda». Pero a mí me gustó, caramba, igual que me gustan casualmente los discos malditos como «Generation Swine» de Mötley Crüe o «Chameleon» de Helloween, y juro por mis ingles que no lo hago para hacerme el pedante interesante, aunque debo reconocer que tampoco me disgusta ese efecto colateral.
RoboCop 3 tiene, efectivamente, muchas cosas malas, y algunas incluso muy malas. Como que la jodida niña sea con su ordenador portátil capaz de interceptar cámaras de seguridad, abrir puertas, cerrar puertas, dominar robots gigantescos, detonar bombas, e incluso conseguir que las nubes adopten formas fálicas. Lo de las nubes realmente no aparece en la película y me lo he inventado, pero no descartaría que formara parte de esas «Deleted Scenes» que vienen en los bonus de los DVDs.

El nivel de violencia también se ha reducido drásticamente con respecto a las anteriores entregas y, a pesar de que soy pacifista, en Old Detroit el pacifismo es imposible y el resultado sufre profundamente. La primera entrega era brutal y bastante gráfica, o al menos a mí siempre me lo pareció. Ya sé que desde 1987 han aparecido cientos películas infinitamente más violentas que RoboCop pero, ¿qué queréis que os diga? soy un blando y me sigue dando repelús cuando a Murphy le explotan la mano dejándole un muñón sanguinolento, o cuando a Clarence el malo le empieza a salir sangre a chorros por la aorta bombeada por el corazón. Argh, qué asco me está dando sólo de pensar en ello, creo que me voy a desmayyaaaaaaaaksjdhajkshdhdhdhdhdhdhdhdhdhdhdd. Perdón.
El hecho de que, incluso yo que nunca me entero de nada, perciba errores garrafales como que un cristal explota antes de que RoboCop haya llegado ni tan siquiera a tocarlo, tampoco ayuda en exceso, y otros detalles absurdos como que RoboCop esté medio despedazado y, por arte de magia, aparezca justo a su lado un pistolón que casualmente encaja en el hueco del brazo que le acaban de reventar le da a toda la película un aire relativamente postizo. Por no hablar de las escenas voladoras de RoboCop, nunca volveré a ser capaz de utilizar la palabra «superpuesto» sin que me venga a la mente el mitad-hombre, mitad-máquina, todo policía.

En esencia, RoboCop 3 no demuestra nada más que mi falta de sentido crítico, tan maleable por mi estado de ánimo como una cacerola de barro a manos de un alfarero sudado. En la noche de Reyes necesitaba un amigo. De metal. Con un pistolón. Mierda, todo eso suena muy homosexual. Necesitaba a RoboCop, y justamente me pilló de buenas, a pesar de que iba tan predestinado a odiarla como cuando vi Critters 3, la cual me pareció una puta desgracia infame. Critters 3 me pilló de malas. RoboCop 3 me pilló con la guardia baja, y si hubiera visto hoy Critters 3 tal vez este artículo sería tangencialmente distinto, justificando la necesidad en el mundo de imágenes de Leonardo DiCaprio luchando contra cocos asesinos. Está a años luz de la primera parte, pero no es tan aberrante como os puedan hacer creer. Además, la actriz que hacía de niña ahora es mayor y tiene un tatuaje de Metallica en el brazo, lo cual es un detalle infinitamente relevante que he creído crucial destacar. Thank you for your cooperation.