Hoy han ocurrido dos cosas increíbles.

Una, he encontrado un arco iris en mi nevera.

Dos, he tenido que buscar en el diccionario cómo se escribía arco iris, porque estaba convencido al 100%, y habría puesto un testículo en una plancha de asar calamares como muestra de convicción, de que se escribía arcoíris.

Sí, tengo un arco iris en mi nevera. Una amiga me comentó hace un par de meses que veía corazones por todas partes, allá donde mirara. En el asa de una taza, en los cordones de sus zapatillas, incluso en el agua de lluvia estancada en una baldosa de la calle. Me dijo que yo también podría ver corazones si quisiera, que seguramente se me estaban pasando todos por alto y por encima de mi cabeza, por mirar en las direcciones equivocadas. Miré, miré, busqué y busqué, y lo único que conseguí fue meter la bota en una de esas baldosas mojadas, que por casualidades de la vida también estaba hueca, y mojarme la pierna hasta la ingle derecha haciendo el ridículo en plena calle y provocando las risitas de un maldito crío gordo. Creo que los corazones estaban simplemente dentro de ella. Creo que mi destino era meter el pie en aquella baldosa. Pero al parecer, aparte de mojarme también he conseguido comenzar a ver arco iris.

Sí, tengo un arco iris dentro de mi nevera, y eso sólo puede significar dos cosas.

Una, que se trata de un fabuloso presagio de buenaventura enviado especialmente para mi por los dioses del rock, y que significa que todo va a comenzar a salir bien de una vez.

Dos, que ese jamón de york que no me atrevo a tocar está más caducado de lo que en un principio creí.