Hola! Soy el Capitán Cola. Me gustaría estar aquí para contaros todos los detalles de cómo las circunstancias de la vida me llevaron a ser conocido por ese sobrenombre. Y creedme, es una historia fabulosa llena de anécdotas que entusiasmarían incluso a una sepia, que ya sabéis lo inexpresivas que son, siempre en el fondo del mar, sentadas en una piedra de coral, viendo la vida pasar y lamentándose por miserias del ayer. Dios mío, cómo odio a las sepias, ójala la pesca con red fuera legal de nuevo y pudiera erradicarlas del mundo marino. Pero no hablemos más de mi cola, si queréis conocer más sobre esa historia, poneos a la cola. Je je je, la cola del Capitán Cola, lo habéis pillado? Apuesto a que sí.

Habréis notado la falta de actualizaciones en el Escalón Imaginario. Mejor dicho, no habréis notado nada anormal porque el Escalón no se caracteriza precisamente por su rápido crecimiento, sino que opta más por una forma más inconstante de vivir la vida en internez. No os miento si ayer tuve la oportunidad de escuchar a seis personas distintas decir «internez» en varios momentos diferentes del día. Odio a esa gente. Los metería a todos en una red llena de sepias y con todo ello haría pienso para alimentar a mi loro Valentino, aunque tuviera que pasárselo por el colador. Je je, habéis visto? El Capitán Cola tiene un colador. Cola cola cola cola cola cola.

El otro día aterricé mi colahete en las playas de Zaragoza y fui a visitar a mi colega Micki, aunque tal vez debería decir COLAga, ja ja, es increíble, no os encanta transformar las frases para que contengan la palabra cola? A mi sí. Le llevaba su pedido habitual de cintas VHS, tabaco de mascar con sabor a azahar y helados Colajet de contrabando. Ya sé que es impropio comerciar con un helado que desbancó al mío propio, el fantástico Capitán Cola que seguro lamisteis en las piscinas durante aquellas mágicas e interminables tardes de julio pero, por algún motivo que todavía no alcanzo a comprender, la sociedad decidió que había algo no del todo correcto en chupar a un Capitán Cola y, mientras que mi helado desapareció, el Colajet permaneció. El Colajet tampoco está mal del todo, tiene la puntica de chocolate y luego el palo de madera lo puedes cubrir de pegamento y fabricar una fantástica varita de incienso. Creedme, probadlo, el incienso casero lo fabricaban ya los caverníCOLAS. Oh jo, jo, lo he vuelto a hacer. He tenido que escribir una frase inconexa para ello, pero lo he vuelto a hacer. Ójala existieran más palabras que contienen cola.

Micki y yo nos hicimos amigos íntimos desde que le escuché pronunciar Colajet de esa forma que sólo él sabe. Bueno, Marilyn Monroe también sabía, pero está muerta. Esa pronunciación de niño pedante que suena a «coulayet» más que al «kolaJJet» que decían los otros niños no pedantes, y que provocó más de un enfrentamiento verbal en el chiringuito de los helados en la playa con posterior persecución hasta el puerto marítimo. En ese momento nació un especial hermanamiento entre nosotros porque ambos somos unos renegados, solitarios, incomprendidos y seres errantes por este cruel mar de la nostalgia, a pesar de que Micki tenga cuatro carreras y yo esté sin esCOLArizar. Ja ja ja, ah inocentes, os había despistado con toda esa mongolez de los seres errantes, eh?

Últimamente he visto a Micki pensativo, ojeroso, arrastrándose por las calles, con ojos vacíos y llorosos, mueca de descontento, pelo mugriento y camisetas de grupos jevis españoles. Las únicas frases que le he oído decir han sido «estoy hasta los cojones de madrugar como un panadero», «estoy hasta los cojones de este puto tiempo», «estoy hasta los cojones de parecer un vampiro», «estoy hasta los cojones de dormir mal», «mecagoen dios» y «estoy hasta los cojones de estar hasta los cojones». He visto su cuaderno de páginas cuadriculadas en el que escribe con una pluma de pavo, he visto sus artículos sin terminar. Sé que se siente mal, se siente fracasado, siente que os pierde poco a poco por culpa de la procrastinación, oh amados y amadas lectores y lectoras del Escalón Imaginario.

Así que, para que deje de lamentarse y vuelva a ser la misma persona de antes, que era básicamente la misma que ahora pero sin estar hasta los cojones de absolutamente todas las cosas existentes bajo el manto astral, he empaquetado una camiseta de The Wildhearts, otra de Dogs D’Amour, una de calavericas, un bañador, unas chanclas de los chinos hechas con goma que seguramente provocará pie de atleta a los cinco minutos de calzárselas, una toalla y un mp3 con 8 gigabytes repletos de powerpop de los 70 y punk cañero moñas. Y lo he enviado de vacaciones. Sí, de vacaciones, a cascarla. Una semana para que esté tirao en la playa, tome el sol, coma paella con mejilloncicos, perfeccione la receta del bloody mary, despotrique de los bares pachangueros a todo pulmón y de la canción del mundial de los tíos esos que imitan a Fito, e intente ligar con el truco infame de «toco en un grupo». Además también he enviado a su colega Carlos, para que el mongolismo sea totalmente pleno.
Estoy seguro de que el Escalón alcanzará nuevas cotas de grandilocuencia cuando Micki regrese de la playa, lamentándose porque se quemó el primer día y ya no se pudo quitar la marca de la camiseta en toda la semana y pareció un imbécil durante siete días.
Qué? Que a dónde los he enviado? Oh, claro está, a PeñísCOLA. Esa no la visteis venir, eh? Cola cola cola cola cola cola.