Inauguramos nueva sección en el Escalón Imaginario, llamada «Arte en formato VHS». Su título original, y quizá más descriptivo, era «películas principalmente horribles que ocupan un valioso espacio en mi casa y sobre las cuales me niego rotundamente a escribir más de dos párrafos, pero que poseen unas portadas tan majestuosas que sería prácticamente un crimen relegar al olvido y no compratir con las pobres almas que pueblan internet». Pero era un título muy largo y temía que al terminar de leerlo ya habríais perdido todo el interés en mi persona y en lo que os mostraré durante la que, con un poco de suerte, será una larga lista de capítulos.

Ah, películas VHS. Ahora que la mayoría de tus amigos ya ni siquiera tienen un reproductor VHS en sus casas, y descubren con horror que no podrán ver los vídeos de su comunión nunca más mientras tú te callas cual perrillo para evitar que te encarguen la tediosa tarea de pasárselos a DVD, me siento realmente obsoleto por poseer una obsesión enfermiza hacia coleccionar las cintas VHS más rancias del universo. Tanto es así que, en mis ratos libres, estoy diseñando los planos de una pared falsa, que gire al accionar una palanca a modo de pasadizo secreto en palacio medieval, y así hacer aparecer una inocente chimenea y poder ocultar mi colección de cintas de mierda cuando subo hembras a casa. Me averguenzo francamente de las bazofias que compro e incluso, en ciertas ocasiones, veo antes de irme a dormir. Pero ¿quién puede resistirse a esas portadas, a esas películas olvidadas, descatalogadas y jamás editadas en DVD, a esas ilustraciones realizadas por héroes anónimos que prometen grandes maravillas del celuloide que luego no se llegan a materializar en la película en cuestión?

Durante la década de los ochenta, una visita al vídeo-club significaba un paseo por un extraño museo esperpéntico que iba desde portadas que no tenían absolutamente nada que ver con la película que contenían sus cajas hasta inquietantes ilustraciones con escaso sentido de la proporción y la perspectiva, pasando por títulos mal traducidos, o directamente readaptados a propósito para tratar de conseguir que la diarrea celuloidal fuera más atractiva a ojos de un posible incauto que pudiera llegar a alquilarla. Cuando el incauto se daba cuenta de que había sido vilmente engañado ya era demasiado tarde, porque ese incauto eras tú y te veías obligado a ver una desgracia de película durante tu preciada noche de sábado por haber cometido el inocente error de seleccionarla sólo por su portada, semana tras semana. En muchas ocasiones, esas portadas valían mucho más la pena que la película en cuestión, y en «Arte en formato VHS» iremos compartiendo algunas de las más fabulosas que descansan sobre mis ajadas estanterías con la magnificencia con la que descansaría Tutankhamon allí en el Valle de los Reyes. Según Wikipedia, Tutankhamon se llamaba realmente Tutanjamón, ¿no es extraordinario?

Principio de Violencia. Según la sinopsis de su contraportada, una película llena de acción y, no me digas, violencia. Estamos en el año 1987, sois unos criajos de 8 o 9 años que visitan el vídeo-club dispuestos a pasar un fin de semana dedicados a rascarse los cojones en jornada intensiva, y la risita de Eddie Murphy en Superdetective en Hollywood 2 todavía permanece adherida a vuestros tímpanos cual tintineo de agua cristalina. Ahora tratad sinceramente de hacerme creer que no alquilaríais Principio de Violencia sin pensarlo ni tan siquiera dos veces. Sabéis que los Eddies Murphy falsos provocan una fascinación especial aquí en el Escalón Imaginario y ya hemos visto alguno de ellos en ocasiones pasadas, pero éste se lleva la palma. Casi puedo ver las caras de desilusión de tantos desgraciados que se llevaran a casa esta película con la esperanza de ver a un tío gracioso parecido a Eddie Murphy diciendo «¿estás de cachondeo?», yéndose a la cama con ojos llorosos y preguntándose «pero qué cojones he alquilado yo hoy?». Porque, realmente, el protagonista de la película, Fred Williamson, no se parece al tío de la portada ni en los ricillos del vello anal. Tampoco aparecen en el film tías con minifalda de cuero y pinta de ser fans de Whitesnake ni malvados punkies ochenteros con las botas por fuera, porque la verdadera película, llamada realmente «Mean Johnny Barrows», es de 1976. Maldita sea, The Clash ni siquiera habían editado su primer disco en 1976, con lo cual ni los graffitis de la pared son consecuentes con la franja temporal.

La manera en la que un título como «Mean Johnny Barrows» se transforma en «Principio de Violencia» es un enigma similar a cómo Elvis, que siempre fue tan delgadico, se puso tan tocino en el ocaso de su vida pero, de todas formas, no es ésta ni la primera ni la última vez que el título de una película muta sin motivo aparente y sin que el nuevo título sea realmente mejor que el verdadero. Hablando de títulos y nombres, parece que el diseñador de la carátula no terminaba de estar realmente seguro acerca del nombre del Eddie Murphy falso ya que, de forma absolutamente aleatoria, en algunas partes aparece como Fred Williamson y en otras como Fred Willianson. Cuál es el verdadero? Quizá se trate de dos personas distintas. O tres, ya que al parecer el personaje encarnado por Williamson en la película también se llama Williamson en la ficción, como si el personaje principal de Superdetective en Hollywood se hubiera llamado también Murphy en lugar de Foley. Y con Robocop ya está cubierto el cupo de policías apellidados Murphy. Mantente fuera del caso, Foley!

La fan de Whitesnake que yace muerta con un certero disparo en el tercer ojo y que lleva la minifalda a una estratégica altura suficiente para que no se le vea la braguilla por un milímetro me causa una sensación entre la excitación y el desasosiego. Con esos misteriosos ojos semientornados, me da la impresión de que no se trata de un simple dibujo en la portada de una película de mierda, sino que en cualquier momento se va a apoderar de mi mente y me va a obligar a hacer cosas bochornosas como salir a la calle con el rabo fuera y pintado a franjas amarillas y negras cual abejorro. Es por eso, y para evitar males mayores, que guardo esta cinta en el alféizar de la ventana.

El otro tío muerto, por si nadie se ha percatado de ello, ha abandonado este mundo con la posición corporal más jodidamente imposible de adoptar. En serio, tratad de tiraros al suelo con esa posición y sin que un pinzamiento en el nervio ciático os deje tetrapléjicos. Si está boca arriba, es totalmente imposible que tenga el pulgar de la mano mirando hacia el cuerpo. Si está boca abajo, aparte de que tendría un culo bastante repulsivo, sería bastante improbable que las piernas estuvieran así dispuestas. De hecho, esté boca arriba o boca abajo, parece como si por un capricho de los genes las piernas le hubieran crecido giradas 90º con respecto a unas piernas normales, y caminara de lado como los cangrejos de río. O eso, o quizá el punk de las botas por fuera y las cadenas cruzadas en la zona genital se hubiera ensañado tanto con el pobre hombre que le hubiera retorcido todos sus miembros antes de matarlo. Y si retorcer extremidades y disparar entre ceja y ceja a chicas con sugerentes sujetadores rojos de raso es Principio de Violencia, no quiero imaginarme cual es el Final.

Hablando del punk, me gusta el hecho de que, al ser cacheado por la policía, no sólo levante las manos él sino que la especie de calamar que lleva impreso en la camiseta también lo haga. Eso sí que es solidaridad con la causa. Sobre todo cuando el cacheo en cuestión, al menos desde nuestro ángulo de visión, se asemeja más a una estimulación anal con lengua, también conocida como beso negro, que a un cacheo en toda regla. A mí al menos, y aunque no se puede decir que me sienta desafortunado por ello, jamás me han cacheado de esas maneras pero, por favor, hacedme saber si es una práctica habitual. Y, también por favor, comunicadme si sois capaces de descifrar el graffiti de la pared que está lamentablemente tapado por el título de la película, ya que la incertidumbre me está matando. Quiero pensar que es «The World is Burning», pero sólo porque me gustaría componer una canción llamada así, con un estribillo muy pegadizo y un pequeño solo de batería justo en la mitad, y cuando me entrevistaran en la revista Kerrang poder decir que el título lo saqué de una película de Fred Williamson dirigida por Fred Willianson.

La película en cuestión no he tenido valor para verla porque, a pesar de que habitualmente hago un gran número de cosas que poco después descubro que han significado preciosas horas desperdiciadas de mi vida que jamás volverán, esta película ya de antemano me dice que es una hora y media desperdiciada de mi vida que jamás volverá, y ni siquiera yo soy tan imbécil como para desperdiciar horas preciosas a sabiendas y con pleno conocimiento previo de ello. Pero quién sabe, quizá en un futuro cercano se invente una nueva droga que me convenza para sentarme y ver esta historia que al parecer trata de un excombatiente de Vietnam negro y con bigotón y jerséis de cuello de cisne que se traslada a la ciudad para buscar trabajo y llevar una vida digna, pero se introduce en turbios asuntos relacionados con la mafia, y se ve obligado a repartir leña por doquier y a matar a un montón de italianos trajeados, todo ello aderezado por una banda sonora entre funk rancio, soul, y la música que solían tener los viejos dibujos animados de Snoopy. Si todos ellos son ingredientes que se os antojan emocionantes, tal vez ésta sea la película indicada para vosotros. Si lo que queréis es ver a un Eddie Murphy falso haciendo gracias y correteando por la ciudad con zapatillas blancas Adidas, no. Y yo, por desgracia, era de los que querían a un Eddie Murphy falso correteando en zapatillas.