Seis de la tarde de un relativamente frío día de marzo de tal vez 1988. Un niño con grandes gafas y mochila naranja regresa del colegio, preocupado por su nefasto examen de matemáticas, el cual comienza a presagiar una vida posterior muy alejada del mundo de las ciencias, se introduce en una papelería adyacente a su hogar. Dicha papelería está regentada por un señor canoso con acento gallego a quien la familia del niño, en un claro alarde de creatividad, ha otorgado el sobrenombre de «el gallego». El niño, casi de manera mecánica, pronuncia las siguientes palabras:
-«Cinco sobres de monstruos, por favor».
Nada más llegar a su casa, tras depositar la mochila naranja en una esquina, de forma también mecánica y sin ninguna emoción ni esperanza, comienza a rasgar los sobres de cromos uno a uno, con la mente puesta en el bocadillo de jamón serrano que va a devorar a modo de merienda. Pero algo va a ser distinto en esa tarde semifría de marzo. Algo inminente, a punto de ocurrir, que va a cambiar la vida de ese niño genérico para siempre. Algo que va a recordar durante el resto de su existencia, incluso habiendo pasado casi treinta años. En uno de los sobres, en un giro totalmente inesperado del destino, apareció Tigorr, el cromo imposible, el que nadie conseguía encontrar, el que por fin le permitía concluir la estúpida colección de cromos Super Monstruos y ser capaz de dedicar sus horas a tareas más constructivas, como enderezar sus conocimientos de matemáticas y evitar descubrir con horror que, varias décadas más tarde, no sabe dividir por cifras de más de dos dígitos sin una calculadora.
Los más avispados, acostumbrados a mi interminable cháchara reminiscente, habréis adivinado que ese niño de grandes gafas era yo, que los anteriores párrafos están basados en una historia real, y que hoy en día no sé dividir en condiciones utilizando tan solo un lápiz y un papel. Efectivamente, aquel día conseguí algo de lo que nadie más en mi colegio pudo ser capaz: tener la absoluta potra de encontrar el cromo que a todo el mundo le faltaba para completar aquella colección de cromos de monstruos, el legendario cromo cuya existencia comenzaba a ser puesta en tela de juicio por cientos de frustrados críos a lo ancho y largo de la península ibérica. Al día siguiente, fui la persona más popular en todo mi colegio, y mis desdichados compañeros trataron por todos los patéticos medios de hacerse con mi cromo de Tigorr. Recibí tanto ofrecimientos en forma de comida, cromos repetidos y promesas de amistad homoerótica eterna, hasta amenazas de muerte por asfixia. Ninguna de ellas ablandó mi negro corazón egoísta, el último cromo fue adherido en su álbum, dicho álbum perdió cada vez más importancia y fue olvidado a las dos semanas, y finalmente se extravió para siempre en un infame agujero negro en forma de mudanza en 1994. Nunca lo volví a ver.
¿Qué es, pues, este maravilloso oasis de papel y cartón en forma de fotografía? Podría engañaros, podría, desde el anonimato y la distancia que ofrece internetzs, deciros que finalmente he encontrado mi álbum original, al cual milagrosamente se le han despegado todos los cromos, o que he desenterrado una colección completamente nueva de las ruinas de una antigua papelería traspasada y a punto de ser demolida. Pero la honestidad forma parte de mis principales cinco virtudes, junto a la somnolencia intensa, y no podría volver a mirarme al espejo tras haber publicado semejante falacia en ésta vuestra web. No, a pesar de que sigo, cuando voy a casa de mis padres, empeñado en abrir y hojear libros al azar con aire esquizofrénico, con la esperanza de hallar mi viejo álbum de Super Monstruos dentro de uno de ellos, la cruda realidad es que mi colección probablemente esté, reducida a virutas de papel de colores, en el estrato más inferior de un vertedero, junto a algunos calzoncillos marronáceos y una batidora estropeada.
Esa foto no es más que una reproducción fidedigna que he optado por hacer yo mismo de la colección completa de cromos Super Monstruos y su álbum, siendo consciente de que jamás, aunque mi cuerpo fuera congelado en un almacén de helados de stracciatella y pudiera existir durante el equivalente a cuatro vidas, volvería a toparme con Tigorr, el cromo elusivo. Uno de los pilares sobre los que se aposenta esta web es el de la autenticidad. Sabéis que siempre abogo por objetos originales, auténticos, y con toda su magia de haber sobrevivido durante tantos años hasta llegar a mis manazas intacta, y que aborrezco las copias, reediciones, reproducciones y facsímiles. Pero qué cojones, nadie como yo, que palpé un auténtico Tigorr hace años tiene más derecho a fabricar una réplica de esta mierda. Y sobre todo hoy en día, cuando cualquiera con ligeras nociones de Photoshop, un cutter, y acceso fácil a utilizar por el morro una impresora digna, puede hacerlo.
Todas las imágenes las escaneé de esta misteriosa baraja de cartas editada en 1988 por Naipes Milano, empresa famosa por fusilar la tipografía de Walt Disney y por crear un juego de cartas que promete tener una mecánica tan excitante como cortar un pimiento en dos mitades y lanzarlas por la ventana cuando es de noche. El juego consiste en formar cuartetos de monstruos y, oh sorpresa, dichos monstruos son exactamente los mismos que formaban la colección de cromos, editada, suponemos, por alguna otra empresa diferente a Naipes Milano. Aunque cuando dije «todas las imágenes», mentí. La baraja consta de 32 cartas (excluyendo la carta en la que se detalla el emocionante reglamento), mientras que la colección consiste en 33 cromos (sin contar los tres que forman el título), con lo que uno de ellos debía irremediablemente quedarse sin su correspondiente carta.
Tal honor recayó en el Jinete Fantasma, un pobre hombre esquelético que parece estar surcando los cielos nocturnos agarrado a una liana al más puro estilo Tarzán, con caballo y todo. Afortunadamente, éste era uno de los pocos cromos repetidos que todavía conservo de mi desaparecida colección original, con lo que esta historia puede seguir teniendo un final feliz.
Por algún extraño motivo, también he conservado durante todos estos lustros, dentro de una caja de cartón junto a otras pequeñas maravillas como un tubo de pasta de dientes fechado en 1987, unos cuantos sobres vacíos, siendo incluso probable que de uno de ellos hubiera emergido el cromo de Tigorr. Así, podemos comprobar que la caja de las cartas tiene exactamente el mismo diseño que los sobres, con textos adaptados y una gama cromática algo más alegre, eso sí, pero incluso manteniendo ese eslogan rancio de «Horror a Go-Go», que ya en 1988 sonaba a frase de viejo que intenta ser moderno. Alguien compró los derechos y las imágenes de estos bichos a alguien pero, desgraciadamente, nunca sabremos qué fue antes: las cartas, los cromos, el huevo, la gallina, el sandwich de jamón y queso o la jarra de cerveza con un chupito de tequila dentro que mañana te vas a arrepentir de haber pedido por hacerte el fuerte a go-go.
En el anverso de los sobres aparece la promesa de que, al parecer, si alguien era iluminado por la gracia de quien fuera que me iluminó a mí aquel día de 1988 y conseguía terminar la colección, le sería otorgado un, y cito textualmente, fabuloso monopatín. De hecho, existen al menos dos versiones del álbum, por llamarlo de alguna manera, ya que no se trataba más que de un papelajo a dos colores doblado por la mitad a modo de díptico. Una de ellas incluía la misma frase del monopatín en su parte trasera, mientras que en la primera página tenía un formulario para rellenar tus datos, así como los del punto de venta. Lo extraño es que no aparecía por ningún sitio información sobre a dónde había que enviar el maldito álbum para recibir el roñoso monopatín. ¿Quizás solo había que entregarlo en la tienda donde comprabas los cromos, y ellos se encargaban del resto? De todas formas, jamás se me ocurrió renunciar a mi álbum completo, finalizado a base de sudor, lágrimas de impotencia, y comprar setecientos sobres de cromos, para intercambiarlo por un miserable monopatín. Ya tenía un monopatín, y lo máximo que conseguí con él fue hacer poses estáticas en la puerta de mi casa del Pirineo, y temer convertir mi cabeza en un huevo estrellado si aspiraba a realizar alguna maniobra más compleja.
El otro tipo de álbum, que recuerdo perfectamente ser el que yo tuve, prescindía del formulario para rellenar datos y no hacía ninguna mención al monopatín. Simplemente, en la última página, había una dudosa y algo vaga promesa de conseguir fabulosos regalos, con aspecto poco prometedor, al completar el álbum. Al tratarse del álbum que yo poseí y posteriormente perdí, y porque podía terminar de maquetarlo cinco minutos antes que el otro al no tener que incluir el formulario, éste fue mi elegido para ser reproducido. Y lo único que tienen en común los dos es esa extraña firma en la esquina inferior derecha de la última página que, perfectamente, podría pertenecer al ser desconocido y anónimo que ilustró todas estas maravillas monstruosas. ¿Es una pe? ¿Es una erre? ¿Se llamaba Paco, Ramón, Rodrigo, Plácido, Rosa, Petunia, Raquel? ¿Se trataba de un apodo? ¿Su mote era «el próstatas»? Jamás nadie llegará a averiguarlo, aunque acontecimientos más inverosímiles han llegado a tener lugar. Tal vez «el próstatas» aterrice algún día en esta web y decida salir del místico anonimato en el que lleva sumido desde 1988 publicando un comentario aquí mismo. Eso, amigos, significaría para mí lo que supuso para el hombre de Neanderthal descubrir la masturbación.
Ha llegado el momento de la verdad. Vamos a pegar todos los cromos en sus correspondientes huecos como si hoy fuera una tarde de marzo de 1988 y nuestra única preocupación consistiera en comer un bocadillo de jamón y pretender que un nefasto examen de matemáticas nunca ha ocurrido. Para ello, voy a utilizar este pegamento Imedio de treinta años de antigüedad, y que probablemente se haya convertido en un líquido negro como el petróleo que me provocará un eccema con olor a leche agria en cuanto entre en contacto con mi piel. Así, aparte de que la experiencia será mucho más fidedigna, reviviendo los vapores dopantes del pegamento que a más de uno le hicieron subir un escalón hacia drogas algo más efectivas y bastante más ilegales algunos años más tarde, al menos habrá un objeto auténticamente añejo en este artículo, y no os echaréis las manos a la cabeza chillando que estoy perdiendo toda mi integridad escribiendo sobre reproducciones de cromos.
Por cierto, me hace gracia el hecho de que el espacio de la minúscula caja que contiene el tubo de pegamento esté tan absolutamente bien aprovechado. Prácticamente todas las pequeñas solapas tienen un liliputiense mensaje escrito en ellas, con consejos y recomendaciones varias. Se trata, nunca mejor dicho, de una caja de sorpresas, y casi estaba esperando desplegar otra solapa y leer algo del tipo «absténgase de palpar genitales propios o ajenos si sus dedos han estado en contacto con pegamento Imedio».
Uh. Creo que tendremos que renunciar a la autenticidad de un producto adhesivo de treinta años, y utilizar un plan B más contemporáneo.
Los cromos, muy al estilo de otras colecciones de la época, son de cartón, perfectamente recreados por vuestro humilde servidor, y contienen representaciones ilustradas y coloreadas a mano, de monstruos variados, como si de una colección de fotos de carnet se tratara. No en vano, llevo varios años tratando sin éxito de que, cuando voy a renovarme el carnet de identidad, acepten como una foto mía el cromo de El Amargado, ya que esa es exactamente la expresión que tiene mi cara a diario, desde que me levanto a las 5:30 de la mañana, hasta que por fin voy despertando a eso de las nueve de la noche.
El principal encanto de los cromos Super Monstruos no es su total y absoluta ausencia de tildes, muy común tanto en aquella época como tristemente también en la actualidad, sino lo jodidamente mal que está todo maquetado, tanto el álbum como los cromos, como si alguien hubiera echado al aire puñados de letras, rezando para que cayeran medianamente bien. La forma en la que están cortados también es un auténtico poema por méritos propios, ya que era habitual encontrar que a tu cromo le faltaban cinco milímetros, mientras que podías ver esos cinco milímetros, pertenecientes a otro cromo distinto, apareciendo por el lateral derecho. Así, mis reproducciones están demasiado bien hechas, o demasiado mal, según se mire, ya que, aunque intenté colocar una buena dosis de textos mal encajados y torcidos, era realmente complicado hacerlo de una manera tan nefasta como los originales.
Y aquí tenemos a Horrípilus, un pobre hombre que contempla aterrorizado cómo se desmorona la estantería que compró en Ikea y que le ha costado dos horas montar.
Cierto porcentaje de los cromos está basado, como no podía ser de otra forma, en interpretaciones ligeramente personales de personajes clásicos de terror de toda la vida, como Drácula, La Momia, el Hombre Lobo, o (el monstruo de) Frankens… perdón, Frankstein. Obviamente inspirado en Herman de la serie «The Munsters», no comprendo cómo un nombre tan típico y habitual consiguió superar todas las revisiones y controles de calidad para abrirse camino en forma de errata. Me sorprende que, dado el esmero con el que alguien montó todos estos cromos, éste sea el único nombre mal escrito. Me habría gustado ver un Drácuca, un Zombey o un Hombre Bolo.
El Descraniado me encanta. Está ahí, sonriendo y actuando con normalidad como si no hubiera nada de lo que alarmarse, como si no le hubiera caído una maceta en la puta avellana y tuviera medio cerebro al descubierto. Él te mira como diciendo «¿qué pasa? ¿Tengo algo en la cabeza?». Como esos tíos que se ponen una diadema de antenitas por la noche en un bar, y vienen a hablar contigo serios porque creen que es gracioso.
Arácnida me intriga, y no solo por sus cejas. No estoy seguro de si se trata de una señora aparente normal, pero con patas peludas en cuyo lugar debería haber orejas, o si es un arañón enorme con una cara humana en su parte superior. En tal caso, Arácnida también me causa una profunda admiración. O si no, imaginad tener los ojos situados al revés donde normalmente os ponéis la gorra. No solo ella consigue tener una vida digna de esa guisa, sino que además ha conseguido morder algo sanguinolento.
Icterio Volador siempre me dio bastante penica, aunque mis sentimientos hacia él eran bastante contradictorios, ya que también sentía hacia él un profundo desprecio porque era un cromo que llegué a tener veintiséis veces repetido. Ahora, tras el paso de los años y desde la perspectiva de la persona adulta que en teoría soy, lo cierto es que me sigue dando penica. Con esa cara de mustio, parece que siempre está escondido en un rincón, observando a la tía de su curro que le gusta, pero sin atreverse a decirle nada mientras los años pasan y pasan, por temor a una negativa. Icterio va a volver a dormir solo esta noche, y todos sabemos el motivo: es un tío amarillo con ojos rojos, cuernecitos y piel escamosa.
La Mujer Drácula es el elemento sexy de esta colección de engendros, con su mano derecha imposiblemente enorme y su mano izquierda anatómicamente complicada, puesto que sus dedos parecen unas pequeñas piernecitas con zapatos rojos. Aunque nada de eso le impide dedicarte una sensual danza del vientre gratis antes de clavarte los colmillos en tu vena aorta, y ser una precursora de algo parecido a un triquini, treinta años antes de ponerse de moda.
Otro de los muchos personajes de esta colección con sangre en los morros, lo que parece ser una tónica habitual en la temática de estos cromos, es el Chupa-Cráneos. Aparte de inspirar su estética descaradamente en Eddie, la mascota de Iron Maiden, ¿a qué se dedicará este hombre durante el largo día? Efectivamente, su propio nombre lo indica, a chupar cráneos. ¿Tendrá algo que ver con El Descraniado, a quien ya hemos visto antes, y su estado actual habrá sido fruto de un crimen pasional entre ambos? Quiero pensar que sí. De todas formas, la idea de alquien que chupa mi cráneo no me parece tan horrorosa como quieren hacer creer estos cromos, y de hecho se me antoja incluso relajante, sobre todo en uno de esos días que he pasado mirando estupideces durante muchas horas en una pantalla de ordenador durante una larga jornada laboral y me duele la cabeza. En esos momentos, creo que no habría nada mejor que una buena chupada de cráneo.
Podría pasarme horas comentando detalles acerca de todos y cada uno de los 36 cromos de la colección, pero considero que tanto vosotros como yo tenemos cosas mucho mejores que hacer, como por ejemplo dormir boca abajo haciendo el ángel, como si estuviéramos sobre la nieve. Así, algunos quedarán para siempre en el tintero, como El Pirata Cobra, que supongo que cobra cuando trabaja de camarero en la cantina del puerto (hah, hah), El Cavernícola, a quien no estoy muy seguro que se le pueda denominar monstruo, el Monstruo del Pantano, hermano gemelo e impopular de la Cosa del Pantano, o El Cíclope, quien por el mero hecho de poseer un solo ojo se ve con derecho de tener una especie de costillar pequeñito en la frente.
Y llegamos a Tigorr. Ah, Tigorr, Tigorr. Tigorr era un superhéroe de DC, perteneciente a un grupo llamado Omega Men. Jamás he leído un cómic en el que interviniera este hombre, pero incluso yo sé que no pinta una mierda en esta colección. Tal vez por eso fuera el cromo elegido para ser el imposible, el inencontrable, el tan deseado pero nunca conseguido… excepto por mí, y por algunos otros pocos criajos españoles, de quienes me gustaría tener noticias para organizar una reunión, emborracharnos, y hablar de los buenos tiempos en los que fuimos los más famosos del recreo durante tres días. En serio, no estoy exagerando, no me extrañaría que, por cada cromo de Tigorr editado, existieran mil copias de Icterio Volador.
Y algo que nunca olvidaré es que, a diferencia del resto de los cromos, que como ya hemos comentado eran de cartón, Tigorr era mucho más fino y autoadhesivo, como los cromos de Panini. Era un mensaje encubierto de los editores de la colección, que te querían decir algo del tipo «eh, chaval, esta mierda que has encontrado es de la buena, este cromo es autoadhesivo, eres un privilegiado». Como ya dije, tuve que comprar alrededor de mil quinientos sobres de quince pesetas para por fin conseguir a Tigorr, pero me hace gracia pensar que, a pesar de las leyes de la probabilidad, era totalmente factible que alguien comprara su primer sobre de cromos y consiguiera a Tigorr, ¿podéis creerlo? Malditas matemáticas, siempre las odié. Ah, por cierto, para mantener el rigor y el mayor parecido con la realidad, mi cromo reproducido de Tigorr también es autoadhesivo.
En circunstancias normales, esta historia finalizaría aquí pero, en un giro inesperado del destino, estos estúpidos monstruos con proporciones corporales dudosas, y una estética similar a las enormes ilustraciones que adornaban las Cuevas del Terror de las ferias de antaño, todavía tenían un último aliento que exhalar antes de desaparecer para siempre en los rincones de nuestra memoria.
La empresa Mundi Caps, imagino que a mediados de los años noventa, y por algún extraño motivo que todavía no alcanzo a entender, decidió rescatar a toda esta caterva de espantajos y los editó en forma de tazos, dentro de la colección Monster Caps. Digo que imagino que esta inesperada colección debe datar de mediados de los noventa, porque a mí la moda de los tazos me pilló algo mayor, cuando mis intereses ya habían desviado sus puntos de mira a otros temas muy distintos como los besos con lengua, y de hecho los únicos tazos que pude llegar a tener fueron los que me aparecieron en bolsas de patatas anti-resaca, y a día de hoy aún no he comprendido del todo de qué manera se juega con ellos.
Icterio Volador, El Amargado, El Descraniado, Kinmorr, El Chupa-Cráneos… ¡están todos aquí, incluso el escurridizo Tigorr, quien por cierto tiene una ridícula calificación de diez míseros puntos! Y lo más extraño de todo es que, comparando los cromos con sus respectivos tazos, juraría que, a pesar de que las ilustraciones son muy similares, no son exactamente iguales, como si hubieran sido dibujados de nuevo.
Entre la baraja de carta, los cromos, y estos tazos, son ya tres momentos distintos de la historia en los que este repertorio de monstruos genéricos que, a pesar de su encanto arcaico a go-go, no se puede decir honestamente que sean fabulosas obras de arte. El Chupa-Cráneos ha sido reproducido casi más veces que la maldita foto esa en blanco y negro de unos obreros encima de un andamio que hay en el baño de todos los bares irlandeses de maderita que te soplan nueve euros por una pinta de cerveza. ¿Cuál es la verdadera historia de estos monstruos? ¿Su creador cambiaba de trabajo a menudo y se llevaba consigo sus creaciones, tratando de reeditarlas una y otra vez bajo el formato que fuera, hasta que sus compañeros le apodaban «el tío raro de los monstruos» y su jefe le despedía por inaguantable? A pesar de que hoy hayamos calmado ligeramente algo de vuestro afán de sabiduría con respecto al Descraniado y sus amigos, creedme, todavía quedan muchas preguntas sin respuesta.
YutaH dijo, el 24 de julio de 2016 a las 12:39 am...
Una pasada!!! Heme aquí, para reconocer ante el planeta (aprovechando algunos de los datos que das por ahí arriba, en concreto sobre el mundo de las cifras), que mi «inteligencia matemática»… sufre de diabetes tipo 2. Bien, dicho esto, quiero que sepas que desgraciadamente, soy un hereje de Super Monstruos… y es que, doblaba los cromos para jugar al «estampío» (que consistía en darle manotazos a las cartas against the floor, hasta girarlas por la acción de la hostia dada y el aire succionante resultante al retirar la mano), por alguna extraña razón.. a los pibes del barrio nos fascinaba.
Me gustaría recordar qué más cosas hice con esos cromos pero, han pasado muchos años, desde entonces he ingerido (sobre todo los Viernes y Sábados) ingentes cantidades de drogas fresquísimas, que me han forjado como una estrella del Rock por un lado… mientras que por otro, han ido mermando mi capacidad para almacenar recuerdos, de 1 TB a 500 GB, concretamente.
El Descraniado; El Zombie; Doctor Inferno; Fantasma Bélico y El Monstruo del Pantano… son de los que más se desgastaron por mis manos.
PD: Oye.. gran artículo, Micki, saludos desde Las Palmas!!!
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micki responde el 25/7/2016 a las 10:52 am
«El Estampío»… creo que nunca había oído hablar de las mecánicas de ese juego, yo era un niño pacífico, y un juego así me suena a que me habría dejado mis manos de pianista rojas como una fresa pocha. Ahora que lo pienso, según me han explicado recientemente, de una manera bastante similar se jugaba a los tazos, ¿no? De hecho, la palabra «tazo» parece tener su origen etimológico en «manotazo» y tratarse de una abreviatura, así que tal vez los tazos sean una evolución del tal «Estampío».
No obstante, yo también fui algo irrespetuoso con mis cromos repetidos de esta colección, ya que a muchos de ellos les recorté la franja blanca en la que iba el nombre, y los pegué en el álbum de otra colección similar, para intentar rellenar de alguna forma todos los huecos vacíos. Dichos cromos tuve que despegar con mucho cuidado hace unos años, cuando encontré el álbum y me pregunté a mí mismo en qué mierda estaba pensando para hacer tal majadería.
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Adolfo Saro dijo, el 9 de septiembre de 2016 a las 3:48 pm...
Te dejo el coment aquí, por ser tu artículo más reciente, pero es una observación general sobre tu web…
Esto es una jodida maravilla! Y tú eres un jodido genio!
No solo hablas de temas que llegan a la patata a los retro-freaks-nostalgic-subnornerds como yo si no que también lo haces con un humor finísimo, con muchísimo estilo y con una calidad literaria que ya querrían muchos parásitos del interné con más fama pero mucho menos talento.
Avergonzado debo decir que hasta ayer mismo no conocía tu trabajo, pese a ser yo un coleccionista nivel hardco y haberme tirado muchos años purulando por las redes escribiendo sobre cine, cómics y frikadas varias (incuso llegué a alcanzar cierta familla en Twitter, pero me retiré en plan ermitaño y di cerrojazo a mi presencia online a percatarme de que había mucho loco suelto y de que mi grado de gilipollez crecía al mismo ritmo que mis seguidores), pero estoy devorando y disfrutando tus artículos como hace tiempo que no hacía con nada que viniera de la pantalla de mi ordenador (menos con el porno con marionetas, of course).
Lo dicho, aquí tienes al mayor coleccionista de cómics de Spiderman y figuras de Masters del Universo de nuestra casposa piel de toro rendido a tus pies.
Para lo que mandes.
Saludote!
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micki responde el 12/9/2016 a las 11:26 am
Adolfo, tu comentario inunda de gozo y alegría mi negro corazón, te agradezco mucho que hayas invertido un rato en publicarlo, porque lo habitual es que la sección de comentarios de cada artículo de esta web esté más desierta que el armario de un ogro.
Me gusta escribir, pero sobre todo me gusta escribir bien, sin faltas de ortografía, con todas sus tildes, y usando una redacción medianamente bien construida. Sé que muchas de esas cosas no se valoran demasiado en estos tiempos del LOL, del «oh my god» y de los Youtubers, y también soy consciente de que escribo acerca de temas para un público potencial que comprende quizás un 2% de la población mundial. Y, finalmente, también sé que, cuando me pongo a escribir, soy incapaz de parar, y el resultado son unos rollos infumables que ni mi madre tendría valor de leer hasta el final.
Pero hay otra cosa que también sé, y es que, en ciertos lugares del mundo, siempre hay algún renegado como tú que entiende perfectamente el sentido de esta web, valora los pequeños detalles en los que suelo perder bastante tiempo para que luego pasen desapercibidos y que, ante todo, puede llegar a pasárselo bien leyendo mis chorradas, igual que otras webs me hicieron a mí muy feliz en el pasado.
Así que muchas gracias de nuevo y un saludico!
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Juan dijo, el 7 de diciembre de 2016 a las 2:36 am...
Mi hermana y yo hacíamos esta colección de pequeños (yo tendría ocho o nueve años), y no sé si ella todavía conserva el álbum incompleto. Recuerdo que había mucho cachondeo con el descarnado y alguno más.
Ah, y el chupa cráneos es igualito a Mercedes Milá.
¡Un saludo! ¡Me encanta tu página!
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micki responde el 7/12/2016 a las 1:30 pm
Cierto, no me había percatado del parecido entre el Chupa-Cráneos y Mercedes… aunque creo que ella ahora lleva el pelo un poco más corto, imagino que para tratar de desvincularse de dicho parecido, supongo que se lo recuerdan en cada gala de Gran Hermano. Aunque creo que ya no lo presenta ella… vaya, no estoy al día en cuanto a sus asuntos profesionales y estéticos.
Yo creo que deberías proponerte, como una última misión de 2016, buscar y localizar tu viejo álbum de cromos. Así no te verás obligado a diseñar una triste reproducción como tuve que hacer yo. O incluso puedes donarlo a la ciencia, entendiéndose «ciencia» como mi persona 😀
Es broma, pero buscarlo creo que sería buena idea, aunque solo fuera por recordar viejos tiempos y preservar con amor y cariño un objeto que, por desgracia, casi todo el mundo tiró a la basura hace muchos años ya, y se ha convertido en algo realmente escaso.
¡Ya me contarás!
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Victoria dijo, el 19 de diciembre de 2016 a las 1:04 pm...
Adoro esta colección. Me llegó años después, cuando unos conocidos limpiaron el depósito de su tienda. Había miles de cromos y álbumes de los 80, pero solo unos pocos sobres de esta colección, la más hermosa. Aún así, tengo unos cuantos y también otros tantos repetidos. Si alguien lso quiere, estoy dispuesta a intercambiar. No sabía que había tazos también… Nunca los vi. Yo estoy en Canarias, en Tenerife.
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micki responde el 21/12/2016 a las 8:59 am
Wow, eso de que te permitan el acceso libre al almacén de una tienda que estuvo en activo durante la época de estos cromos suena como un sueño hecho realidad. Mentiría si dijera que nunca he despertado en mitad de la noche tras soñar que penetro en una trastienda «con miles de cromos y álbumes de los 80», para comprobar con desolación que no ha sido más que un sueño y desear que mi vida fuera distinta.
Terminaste la colección, con su álbum original? Conseguiste localizar al esquivo Tigorr? Todavía conservas sobres sin abrir de esta colección? Te desharías de alguno para a cambio hacer feliz al pobre creador de esta web? 🙂
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Angel responde el 7/4/2017 a las 3:49 pm
Hola, leyendo tu comentario, preguntarte si tienes cromos repetidos de super monstruos para vender, incluido el 25. Un saludo
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Victoria responde el 9/4/2017 a las 1:33 pm
Hola, Ángel.
Lo cierto es que los cromos que tengo de la colección Súper Monstruos no los estoy vendiendo: siempre tuve muy pocos y me gusta mucho, así que de momento prefiero quedármela.
En cambio, tengo algunos repetidos de la colección Monstruos y Leyendas (creo que es del año 93 o por ahí). Si esa te interesara también, podemos cambiar, pues me faltan unos cuantos y también me gusta.
Un saludo,
Victoria
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Victoria dijo, el 23 de diciembre de 2016 a las 6:47 pm...
Lamentablemente no conservo sobres sin abrir ni pude terminar la colección, que llegó a mis manos ya caducada alrededor de 1992. Es más, nunca conseguí el álbum, solo muy pocos sobres (aunque sí cientos de cajas del pegamento como el de la foto) y siempre me contenté con intuir que no pasaba de 35-40 cromos. Gracias a este blog le he puesto cara y nombre a algunos de los números que me faltan. A Tigorr nunca tuve el placer de conocerlo. Pero los protagonistas que se negaban a darse a conocer no hicieron más que mitificar la colección.
Y hablando de mitos y leyendas: creo que mi colección no es la misma; es decir, creo que es otra edición, y diría que anterior a la de 1988. En los sobres que aparecen en las fotos del artículo se dice que podíamos conseguir un monopatín, mientras que en los míos pone en letra color rosa palo oscuro y también en mayúsculas: “[…] y conseguirás fabulosos regalos.” (como en el álbum), seguido de esa especie de firma que aparece en la esquina del álbum. Pero el dato determinante es que el precio de estos sobres es de 15 pesetas, mientras que los míos costaban 5.
Lo de Horror a Go-Go es maravilloso, pero a mí lo que me realmente fascinaba era el estupendo juego de palabras que se formaba en la frase “La colección más horrorosa del mundo”, a pesar de que literalmente es una especie de antipropaganda… Para mí, parte del encanto de estos cromos está en que hubiera que pegarlos con pegamento, pues en mi visión de niña –mi primera colección ya había sido de cromos adhesivos Panini-, le otorgaba un encantador carácter marginal.
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micki responde el 27/12/2016 a las 2:44 pm
Me encanta esta labor de investigación que estamos llevando a cabo acerca de estos cromos… la verdad es que, en parte, es lo que pretendía al escribir este artículo: recopilar toda la información de la que disponía yo mismo, para intentar completarla entre todos mediante esta sección de comentarios.
Debo recordarte, por si no has leído el artículo entero (lo cual comprendería perfectamente), que nada de lo que aparece en estas fotos, excepto la baraja, el pegamento caducado convertido en sirope de arce, los tazos, y uno de los cromos, es auténtico. Todos los demás cromos y el álbum son reproducciones hechas por mí, ya que comprendí con resignación que jamás iba a poder recopilar de nuevo la colección completa. Cuenta la leyenda que, solo una vez en la vida de una persona, se aparece un ángel de fuego azul y concede un deseo. A mí se me apareció en 1988, y mi mayor deseo en ese momento era conseguir el cromo de Tigorr. Así que opté por hacer un facsímil lo más parecido posible a mi recuerdo de esta colección.
Ahí es donde el tema puede fallar, porque mi memoria no es precisamente la mejor de mis cualidades. He visto varios álbumes en internet, y algunos son ligeramente distintos en cuanto a color del fondo y texto. Juraría que el mío no lo tenía, y por eso mi reproducción la hice así, pero algunos tienen en la primera página un pequeño formulario para rellenar, con el que supuestamente podías ganar un monopatín, tal como reza en los sobres que conservo. Incluso he visto alguna foto del cromo de Tigorr con un sello estampado en el que ponía el regalo que podías ganar, ya fuera «Monopatín» o incluso «Reloj», así a secas.
Lo único que recuerdo es que el año debía ser 1988, que mi cromo de Tigorr no tenía nada estampado, que era adhesivo a diferencia de todos los demás de cartón, y que en el álbum no había ningún formulario. Pero lo del precio de los sobres que comentas creo que confirma definitivamente que esta colección debió salir inicialmente a la venta uno o dos (¡o tres!) años antes de cuando yo la hice. Si estos cromos se vendieron dos o tres veces, más la baraja, más los tazos, probablemente estemos ante las ilustraciones más explotadas del mundo del kiosco. Creo que el dibujante merece un abrazo y un busto suyo de bronce en el Louvre.
¿Conservas todavía alguno de esos sobres, aunque ya estén todos abiertos? ¿Podrías pasarme una foto para incluirla aquí?
¡Gracias por tus comentarios!
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Victoria responde el 31/12/2016 a las 2:32 pm
Sin problema te envío una foto de los sobres de mi colección. Espero que en ella se pueda apreciar que el material es distinto al de los sobres del artículo (a mí me lo parece): un tanto apelusado por la vejez. Lástima que el pegamento que usaron para las solapitas era tan bueno que no conseguí, a pesar de haberlo intentado, abrir alguno sin tener que cortar la frase de «Horror a Go-Go».
Con respecto a las fechas, me comentas que tal vez mi edición es de 2 o 3 años anterior a 1988. Yo subo mi apuesta 😉 y me atrevo a decir que podría ser hasta del 81. 😀 ¿Por qué no? Tal y como he comentado, llegó a mis manos alrededor de 1992-1993. Desgraciadamente no tiene fecha por ninguna parte, pero ejerciendo de cromonóloga, he estudiado otras colecciones (cromo, sobre y álbum) que encontré junto a la que nos interesa y a los que aún tengo acceso, y los encuentro sin fecha o fechados en 1981. Por ejemplo, Hulk 1981, cuyo álbum conservo casi completo y cuyos sobres costaban 5 pesetas a pesar de ya eran adhesivos. Sin embargo, otro ejemplo son los cromos de pegar de la colección de E. T. el Extraterrestre, fechados ya en 1982 (curioso, porque es el mismo año de la película y en aquellos tiempos las cosas tardaban un poco en llegar). Son posibilidades.
Por otra parte, en cada sobre de Super Monstruos creo recordar que venían 4 cromos, pues tengo la impresión de recordar que me parecían pocos porque diría que en las de Panini (de mi época) venían 5. ¿Alguien lo recuerda?
Gracias por el artículo.
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Victor dijo, el 24 de enero de 2017 a las 8:21 am...
Hola, estoy intentando completar varios álbumes de cromos, entre ellos super monstruos ( la de los cromos redondos) y carnaval de monstruos y, bueno, por supuesto, la de monstruos diabólicos, a falta del carroñero. Con todo esto quiero decir que compro cromos de estas colecciones. Si alguno de vosotros quiere vender o conoce a alguien que se lo haga saber. Gracias.
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Angel dijo, el 7 de abril de 2017 a las 3:53 pm...
Estaba interesado en comprar cromos colección super monstruos, o si conoces a alguien que los pueda vender
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MMG dijo, el 4 de julio de 2018 a las 6:08 pm...
¡Hola! He llegado a esta web por casualidad buscando en Google imágenes de esta colección de Super Monstruos. Veo que somos muchos los que recordamos con nostalgia estos cromos y como ya han comentado, debo decir que me ha encantado la prosa de este artículo y el fino humor del autor, ¡da gusto encontrar cosas así en la red! 😉
Comentar que en mi colegio esta colección hizo furor allá por el año 1993 (teníamos unos 11 años los de mi clase), así que creo que fue, como poco, la segunda o quizás tercera reedición de la primigenia. Los álbumes llevaban en la portada el formulario para los datos personales, y en la parte posterior la frase: «COMPLETA EL ALBUM CON CADA CROMO EN SU LUGAR Y CANJEALO EN EL KIOSKO DONDE COMPRAS TUS SOBRES POR UN MAGNIFICO MONOPATIN». Como curiosidad, aunque casi todo el mundo se pedía el álbum en azul, yo lo cogí en color naranja y hasta la fecha creo que es el único que he visto circular por ahí, ¿será una rareza? Aún lo conservo (a falta del cromo de Tigorr), junto con un montón de cromos repetidos; algunos los he ido vendiendo, al igual que el álbum color azul.
Y nada, añadir que tras muuuuuchos viajes a la papelería y muchas pesetas gastadas, sólo a un compi de clase le salió el ansiado cromo de Tigorr, canjeando el álbum por un magnífico monopatín ;-P
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micki responde el 11/7/2018 a las 7:41 pm
¡Gracias por tus comentarios, MMG! O sea, que en 1993 todavía daba coletazos esta colección… Nunca lo habría imaginado, ni recuerdo haberlos vuelto a ver, pero también es cierto que, en 1993, mis intereses ya estaban derivando hacia otros derroteros algo alejados de los cromos. Siempre pensé que esta colección solo había aparecido una vez, como un misterioso cometa que surca la atmósfera una vez cada mil años, para desaparecer posteriormente, dejando recuerdos confusos acerca de extraños cromos de Tigorr (el cual sigo manteniendo que era autoadhesivo y no de cartón).
Tampoco sabía que existió un álbum naranja, y no lo he visto jamás. Yo nunca vendí el mío tras completarlo, ni tampoco lo canjeé por un miserable monopatín, y todavía me quita el sueño preguntarme dónde estará. Pero, tras un par de mudanzas, la posibilidad de encontrarlo cada vez me resulta más remota. A veces imagino que está entre las páginas de algún libro en el trastero de mis padres, pero nunca me siento con fuerzas como para revisar página por página los 3847 libros que allí se encuentran 🙂
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MMG responde el 12/7/2018 a las 6:22 pm
¿Quizás el cromo de Tigorr era el único autoadhesivo para que no se pudiera despegar y hacer trampas completando más álbumes con él, para conseguir más magníficos monopatines? Hummm…
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micki responde el 28/7/2018 a las 8:08 pm
Pero me imagino (no lo sé a ciencia cierta porque jamás canjeé ninguna promoción de este tipo en un quiosco) que el precio a pagar por conseguir el magnífico monopatín era que el dueño de la tienda se quedaba con tu álbum, ¿no? Al menos, eso es lo que siempre entendí. Y la verdad es que me daba bastante pereza desprenderme de un álbum que me había costado interminables momentos de frustración, abriendo sobres con multitud de cromos repetidos, para intercambiarlo por otro objeto que podía encontrar fácilmente en una tienda, así de golpe, sin abrir sobres de cromos con esperanza.
¿O a lo mejor el dueño del quiosco te ponía algún tipo de sello en el álbum, para evitar que fueras un listo y te recorrieras todos los quioscos de tu ciudad, acumulando en tu habitación trescientos magníficos monopatines para vender como artículos vintage en Wallapop cuando éste llegara a existir?
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MMG responde el 28/7/2018 a las 8:35 pm
Pues ahora que lo dices, sí recuerdo haber visto algún álbum completo vendido, con Tigorr incluido, donde venía estampada sobre el ídem la palabra del premio correspondiente (por ejemplo RELOJ; se ve que no siempre fueron monopatines). Intentaré ilustrarlo con una imagen de internet, pero no sé si saldrá, disculpad la torpeza…
https://cloud10.todocoleccion.online/tc/2017/03/06/18/78606981_50989862.jpg
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micki responde el 28/7/2018 a las 11:05 pm
Aaah, sí, creo que esa foto ya la he visto alguna vez. Todavía me queda la duda de si el cromo de Tigorr salía «matasellado» por defecto en algún momento de la historia (el mío desde luego no), o era el propio quiosquero el que marcaba el cromo antes de entregar el «reloj» (que, a lo mejor, incluso era aquel que se transformaba en robot), con lo cual entiendo que el álbum se quedaba en manos de su legítimo dueño.
Pero entonces, además de las cajas de sobres de cromos y los álbumes, a los quiosqueros se les tenía que suministrar un sello de caucho con su tinta, y me parece exigir demasiadas responsabilidades a un pobre propietario de una tienda de periódicos que solo quiere vender revistas y chicles y vivir feliz.
¡Cuántas incógnitas sin resolver! ¿Aparecerá algún día alguien que arroje una luz definitiva a todos estos misterios?
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Al dijo, el 25 de diciembre de 2019 a las 3:39 am...
Quizás llego un poco tarde para comentarlo pero… Yo también tuve un Tigorr en mis manos, después de que me compraran tropecientos sobres. Quizás hubo hasta dos pares de decenas de afortunados en toda la península, a saber. A diferencia de lo que comentabas hace unos años, yo si que estaba familiarizado con el personaje de Omega Men, cosa que me produjo en su época una extraña sensación de rareza, se mezclaron en mi mente pre-conceptos como Crossover y un total desprecio hacia el copyright, ideas que hasta años más tarde no llegaría a entender mejor.
Evidentemente, el álbum acabó en la basura. En su momento pensé que era su mejor lugar. Ahora, como no, me arrepiento.
Saludos!
PD: La bestia también era un personaje de Omega Men, una tal Demonia.
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micki responde el 27/12/2019 a las 6:13 pm
Hola Al, nunca es tarde si es para comentar que tú también tuviste un auténtico Tigorr en tus manos. Creo que ya podemos organizar esa quedada de antiguos poseedores de este cromo, recordar el golpe de suerte que tuvimos, lamentarnos por no haber conseguido evitar que terminara en la basura, y planificar un suicidio colectivo para enmendar nuestra deuda con el karma.
Por cierto, ¿recuerdas si el tuyo también era adhesivo, en lugar de estar hecho de cartón como todos los demás?
Es verdad, La Bestia es totalmente Demonia de Omega Men, ¿por qué elegirían precisamente esos dos personajes? Es que no había monstruos suficientes para rellenar una colección de 36 cromos?
Gracias por tu comentario y por demostrarme que mi cromo de Tigorr no fue un sueño loco, que existió más gente 🙂
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Al dijo, el 13 de marzo de 2020 a las 5:57 am...
Vaya, hasta ahora no he leído el mensaje, siempre espero los mejores momentos del año para lanzarme un poco a la frivolidad. ¡Que mejor momento para organizar un suicidio colectivo que ahora! La histeria colectiva no volverá a alcanzar estos topes hasta que el jodido-asteroide-y/o-cometa-predestinado-a-estamparse-contra-la-Tierra-no-sea-avistado-por-vez-primera!
En fin, lamento decirte que sí, también era adhesivo, pero no lo digo en un sentido envidioso, sino porque, teniendo en cuenta la calamitosa cutrez de la resta de la colección, ¿Porque diantres invirtieron aún menos recursos en el cromo más preciado? Y lo digo sin ánimos de desatinar, tal vez el pegamento industrial fue un bien más preciado que el cartón en los días en los que otras drogas no ostentaban la larga lista de alternativas con las que podría haberse pegando un buen coloconazo el/la jovenzuelo/a de turno/a, pero joder, Tigorr duraba muy poco en manos inexpertas y sin guantes. Bien roñoso se puso el mío….
¿Y porque copiaron tanto a DC cómics? Pues vaya, misterio sin resolver… pero juntando tantos otros ejemplos esperpénticos de la época -siempre relacionados con el coleccionismo de cromos- , en suma serían dignos de una curiosa antología documental que me atrevo a decir que nadie tiene – ni tendrá – las santas narices o paciencia de realizar.
Un saludo aunque llegue tarde, me he divertido mucho repasando este hilo (y aún tengo pendiente la compra de mi baraja de cartas, aunque falta el puñetero e indigno jinete fantasma, menos da un peral sin amargados ni cavernícolas caníbales)
Saludos!
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Juan Bauty dijo, el 6 de julio de 2020 a las 11:16 am...
Fenomenal relato-artículo.
Buscando información sobre álbumes de terror de los 80 (me los compraba todos… Lamentablemente con el tiempo los vendería o directamente los tiraría a la basura en sucesivas mudanzas, para tiempo después arrepentirme, como la mayoría de nosotros) me he topado con esa página y, en pudiendo dedicar mi tiempo a currar en tareas más provechosas, he optado por procrastinar un rato y leerme todo, todo, todo…
Yo recuerdo perfectamente el día que, esperando al autobús del colegio, una de las niñas con la que aguardaba en la parada, abrió su sobre de Súper Monstruos y empezó a gritar como una loca diciendo “Tigorr, me ha salido Tigorr!”. Fue ella y no yo la persona más popular del día en el recreo del colegio, todos los niños acudíamos como moscas a la mierda, arrastrándonos por conseguir que nos diera el cromo a cambio de tacos enteros de otros cromos ( yo le ofrecí un taco como de 100 cromos), juguetes, o nuestro almuerzo de esa semana… Nada. La muy ladina se limitaba a reír diabólicamente, disfrutando de su cuota de poder y superioridad ante todos los demás. Llegué a casa amargado, tiré el
roñoso álbum al suelo (doblado cien veces sobre sí mismo, como un acordeón de papel, porque era muy endeble y estaba ultra manoseado y sudado)… Mi vida ya no tenía sentido. Pillé tal rebote que dejé de hablarme con esa niña. 😂
Imagino que el tiempo habrá puesto cada cosa en su sitio y ahora esa niña vivirá atrapada dentro de un cromo de una colección de cromos de otro universo, donde seres aberrantes se pelean por conseguir el cromo de una “Tigorra” decrépita consumida por la avaricia.
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micki responde el 7/7/2020 a las 5:12 pm
Vaya, Juan. Te prometo que, mientras leía tu historia, estaba convencido de que iba a terminar con algo así:
«Años más tarde, por avatares del destino, me reencontré con aquella niña en una clase de zumba en el gimnasio, y ahora estamos felizmente casados, tenemos tres niños y un conejo, y de vez en cuando desempolvamos el viejo álbum de Súper-Monstruos y nos reímos recordando nuestra infancia».
¿Quizás sería buen momento para buscarla en Facebook (o LinkedIn, que queda más serio), y retomar el contacto? A lo mejor incluso puedes sacar, como quien habla del tiempo, del confinamiento o de las mascarillas, el tema del álbum de cromos y le puedes hacer una oferta de compra irrechazable.
Muchas gracias por tu comentario y visita. Aunque por desgracia las actualizaciones de esta web son prácticamente nulas, sigo vivo y siempre planificando nuevos relatos-artículos que algún día llegarán (o no).
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Juan Bauty responde el 11/7/2020 a las 12:18 am
Nada… La reconciliación es imposible. Mi cerebro borró su nombre XD
Quizás por Wallapop alguien venda este álbum, pero creo que prefiero quedarme con el recuerdo; siempre hubo algo mágico en aquella búsqueda del cromo imposible, y es mejor que siga siendo mágico. En el fondo aquella niña me hizo un favor. De haberme cambiado el cromo y completado la colección ahora esto sería un recuerdo más, quizás incluso habría pasado al olvido. Pero gracias a su avaricia, ahora tengo una anécdota para contar, y eso tiene aún más valor.
Siento haber descubierto este blog tan tarde, así que, sabiendo ahora esto que me cuentas, te agradezco doblemente el tiempo dedicado a responder mi humilde aportación.
Recibe un abrazo y espero leerte por aquí o por otros rincones “del interné”.
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Salva dijo, el 22 de noviembre de 2020 a las 3:07 pm...
Siiii amigooos yo también conseguí el imposible cromo del Tigor!!!! Tengo 45 años y recuerdo aquella tarde como si fuera ayer. Y con el me regalaron un maravilloso reloj ROBOT JAJAJA Ojalá lo conservara.
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Mr Quely responde el 8/12/2020 a las 12:10 am
Mítico el reloj robot, ¿a quién no le regalaron uno en su comunión? Luego hicieron otros con forma de avión que no tuvieron tanto éxito y los clásicos relojes calculadora.
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Mr Quely dijo, el 8 de diciembre de 2020 a las 12:35 am...
La extraña firma esa que aparece debajo también estaba presente en la colección «A todo gas» de formato similar (una hoja doblada) de logos de marcas de coches. Esa ya no me llamó la atención.
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Lux dijo, el 9 de noviembre de 2023 a las 10:51 am...
Hola a todos! Felicidades por esta labor de investigación.Me gustaría preguntaros acerca de otra colección al go anterior que se llamaba¨Monstruos diabólicos¨.¿Alguien sabría decirme quienes fueron los autores o ilustradores de alguna de ambas colecciones?
A dia de hoy no he conseguido averiguar nada mas allá de esa misteriosa R.
Algo similar me ocurrió con las portadas de los vhs de terror y conseguí descubrir el nombre del ilustrador.Terminé contactando con el y firmandome su primer libro de ilustraciones.Mi alma se llenó de gozo a Go-Go!.
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Diego dijo, el 11 de mayo de 2024 a las 2:00 pm...
He llegado a la página por casualidad. Me ha venido a la cabeza el nombre de Tigor. Recuerdo la colección, de hecho la acabé una o dos veces segun se mire y tuve a Tigor tres veces en mis manos.Tigor era el cromo imposible y aún había otro que también era muy difícil.Recuerdo que completado el album a cambio te regalaban un reloj tipo Casio, que era una especie de robot articulado de quita y pon.
La segunda vez que me salió Tigor, lo cambie por un álbum al que solo le faltaba Tigor. No tardando mucho me llegó a mis manos vía kiosko, y lo cambie por otro reloj.
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