Me llamo Micki, soy rockstar en potencia y en 1990 tenía diez años, lo cual es una manera sutil de decir que soy very old. En realidad no me llamo Micki, pero mi nombre verdadero se asemeja bastante y, además, una vez leí en algún sitio que todo el mundo debería tener un nombre artístico por lo menos una vez en la vida.

Siempre he estado situado un poco por detrás de las tendencias vigentes. En la época grunge, yo idolatraba los dos primeros discos de Iron Maiden. A finales de los noventa, yo me encontraba descubriendo el amplio abanico que ofrecían los grupos de rock sinfónico de los setenta. Cuando la Playstation se hacía un hueco en los hogares de medio mundo, yo aprovechaba para adquirir un montón de videojuegos de 8 bits que nadie quería ni aunque estuvieran rellenos de caviar beluga. Y, finalmente, cuando el formato DVD estaba definitivamente asentado en nuestros televisores, yo expoliaba los pequeños videoclubs todavía en pie, en busca de subproductos horribles protagonizados por ninjas de colores. Hoy en día eso se llama ser retro, por aquel entonces se denominaba ser retrasado.

A lo largo de mi existencia, he compaginado una vida aparentemente normal con otra vida secreta, en la que nunca nada pasa de moda, basada en recuperar de las garras del olvido todos esos objetos obsoletos e inanimados que ya nunca nadie quiere, y darles una merecida segunda juventud en los confines de mi armario y en las páginas de esta web. Cuanto más olvidados, mejor. Cuanto más extraños, absurdos, falsos e innecesarios, mejor. En cada viaje, en cada ciudad, siempre existe una tienda recóndita regentada por un anciano sucio con camisa de cuadros, o un mercadillo con olor a vinagreta en un día de mucho frío en los que encontrar ese objeto inesperado y muerto de asco, esperando a ser rescatado.

Esa es la base de esta web, El Escalón Imaginario. Esa, y una exaltación exagerada de la nostalgia. Por algún extraño motivo, la nostalgia ha dominado mi vida de tal manera, que incluso ahora mismo estoy sintiendo nostalgia del momento en el que comencé a escribir estos estúpidos párrafos, hace tres minutos. Ah, aquellos sí que eran buenos tiempos. Nostalgia, copias chinas de muñecos de Tortugas Ninja, invertir siete meses de tu vida en tratar de localizar de nuevo aquel juego de tablero que tu madre tiró a la basura cuando vio que habías crecido y estabas más interesado en el alcohol barato e intimar con el sexo opuesto, y cintas en VHS con fabulosas escenas dibujadas en sus portadas, que luego no hacen acto de presencia durante la película. Si alguno de esos conceptos te suena ligeramente, es muy probable que El Escalón Imaginario también sea un lugar para ti.