Bien, he visto la película de The Runaways y resulta que no apesta como yo temía que iba a hacerlo. En realidad sí apesta. Apesta y no apesta, como perder el bus, que apesta porque llegarás tarde al sitio al que tratas de llegar, y no apesta porque ese sitio seguro que es una mierda de lugar inútil como, por ejemplo, una clase o tu trabajo. Y como esta crítica rápida de cine comienza ya desde el nivel más bajo de la rigurosidad periodística, os prometo que antes de que llegue el punto final os habré explicado por qué apesta y por qué no. The Runaways, como bien sabéis, fue un grupo formado por chicas adolescentes allá por los Los Angeles, valga la redundancia, de mediados de los años setenta, y que de alguna manera sentó las bases de los grupos formados sólo por chicas que estaban por llegar. No, no me refiero a Ella Baila Sola. Hablando de sentar bases, también sentó las de las carreras de dos de sus miembros más visibles: Joan Jett y Lita Ford. La primera de ellas con una trayectoria provista de algún que otro altibajo en su popularidad, la peculiaridad de que sus éxitos más conocidos fueron versiones, y la total seguridad por mi parte de que podría vivir el resto de mi miserable vida sin tener que escuchar de nuevo alguno de esos éxitos más conocidos. Alguien dijo «I love rock n’roll»? Ójala pudiera morir feliz sin volver a escuchar ni la versión original, ni la versión de Joan Jett, ni ninguna de las versiones que hacen todas las cantantes poperas cuando su manager decide que necesitan hacer un vídeo con aires rockeros para dejar perpleja a la gente que no tiene ni puñetera idea de por dónde sopla el viento del metal.

La carrera de Lita Ford fue bastante más prolífica en la década de los ochenta, y demostró que cualquier persona promocionada en condiciones y con un buen cardado puede llegar a parecer guapa, ya que durante algo más de un lustro fue considerada algo así como la diosa de la belleza sexual absoluta y de la exuberancia extrema que, por milagros del destino, había sido depositada en la faz de la tierra por las suaves manos de las divinidades para protagonizar los fríos y solitarios anhelos nocturnos de los jevis ochenteros mediante una gran multitud de posters, fotos y vídeos. Lo peor de todo es que ahora, mirando hacia atrás en perspectiva y con frialdad, Lita Ford en realidad era un poco fea y nos tomaron el pelo a todos. Mejor dicho les tomaron, porque cuando supe de Lita Ford por primera vez, su carrera hacía ya más aguas que las axilas de un alfarero y las tías consideradas buenorras del metal eran otras de otro palo un poco más adaptado a los noventa como la bajista de White Zombie.

The Runaways, la película, fue estrenada hace unos meses y editada en DVD creo que el mes pasado en Estados Unidos. Ignoro si ha sido doblada al español y si se estrenará en España algún día, aunque caramba, podría haber pasado perfectamente por las salas de este país y ni tan siquiera me habría enterado, ya que la última vez que pisé un cine fue para ver Cocodrilo Dundee II y las películas en 3D todavía eran un concepto que suponíamos que verían nuestros nietos y que sería algo fabuloso, y no una puta imposición imperativa en el año 2010 sin la cual una película automáticamente ya no vale ni para cascarla porque «jo bua es q no es en 3D vaia mierda nen». Cuenta la historia de la formación de la banda mediante el reclutamiento de chicas adolescentes majicas por parte del productor de Los Angeles Kim Fowley, el posterior ascenso a una fama moderada, y el rápido derrumbamiento de sus relaciones interpersonales, incluyendo discusiones, odios que seguirían existiendo durante décadas, huidas de miembros, reemplazos de dichos miembros por otros miembros, y la desaparición final de la banda en 1979.

La elección de una banda como The Runaways para dedicarle una película de alto presupuesto y con actores famosos me resulta cuanto menos sorprendente, ya que no creo que sea un grupo que levante muchas pasiones hoy en pleno año 2010, no ha ascendido a la palestra por ningún acontecimiento especial últimamente y, simplemente, con la de grupos disponibles en la historia del rock cuyas existencias podrían haber sido perfectamente susceptibles de ser llevadas a la gran pantalla, la elección de The Runaways me parece, como comentaba, sorprendente. Pero admirable al mismo tiempo, ya que podríamos estar ante una película acerca de Bon Jovi o Nickelback, y eso habría sido realmente horrible. Así que, el hecho de que se haya dado el visto bueno a una producción acerca de un grupo que a prácticamente nadie importa tres huevos fofos como The Runaways es motivo de regocijo y ¿quién sabe? Tal vez el año que viene podamos acudir al cine para ver una película sobre Barón Rojo. El otro día estuve en la zona jevi bebiendo unas veraniegas jarras de birra y vi a varios candidatos que podrían escenificar perfectamente el papel de Sherpa. También tuve el placer de comprobar que el personaje de Carlos de Castro también tendría su casting lleno de posibles actores, aunque si sigo perdiendo tanto pelo yo mismo podré encargarme de ello.

La película está muy bien ambientada, las dos actrices principales, Dakota Fanning y Kristen Stewart, que representan a Cherie Currie y Joan Jett respectivamente y son famosas porque creo que salen en una de estas películas de vampirillos que se han hecho populares últimamente, aparecen realmente bien caracterizadas. Cualquiera que conozca mínimamente de vista a Joan Jett sabrá que Kristen Stewart se mete en el papel perfectamente, y con respecto a Dakota Fanning y su interpretación de Cherie Currie tengo alguna pequeña duda más, pero da el pego. La historia está bien contada y es interesante, lo cual se traduce en que no me dormí a los tres minutos de desviar mi escasa capacidad de atención hacia otros derroteros, ni me fui a hacer palomitas, ni me hice un bloody mary, ni me puse a pensar en camellos voladores que disparan burbujas de paz sobre los grises cielos de septiembre.

Entonces, dónde está el problema, si hasta ahora parece que estamos ante la película más apasionante desde Karate Kid II? Pues sencillamente en que, desde el punto de vista de la historia real de The Runaways como banda que se debería narrar aquí, la película hace más aguas que tu frente cuando subes en el ascensor con esa vecina cuarentona que te mola en silencio. No puedo mentiros, a pesar de que tengo unos cuantos vinilos tanto de The Runaways como de Joan Jett y Cherie Currie, si exceptuamos uno que grabó esta última con su hermana Marie Currie llamado «Messin’ With The Boys» en 1980 y me encanta, no soy un gran fan de ninguna de ellas, ni de The Runaways como banda. Creo que jamás he sido capaz de aguantar un disco entero suyo sin comenzar a pensar a la sexta canción que estaba perdiendo un precioso tiempo que podría estar invirtiendo en dibujar flores negras en un folio. Los lectores habituales del Escalón estaréis en estos momentos apretando con rabia vuestros tazones de café y pensando indignados «pero bueno, y todas tus constantes alusiones a Joan Jett en prácticamente todos tus artículos del Escalón, en las que siempre deseas que aparezca por tu puerta y te pida que le midas el monte de venus en milímetros usando para ello una escuadra y un cartabón? Pensábamos que eras realmente un fan!». Pero no, no lo soy, lamento que os enteréis así. Me gustan muchas de sus canciones, y muchas otras me resultan un nuevo hito en los anales del tedio. Con lo cual, técnicamente, más que fan de su música soy más fan de su «persona», si es que eso tiene algún tipo de sentido.

Y como fan de la persona de Joan Jett, también he sido siempre fan de la «mística» de The Runaways, motivo por el que siempre he estado interesado en su historia, sus anécdotas, y los motivos que les llevaron a terminar de la forma en la que lo hicieron. Y, a pesar de que no soy realmente un experto en los acontecimientos relacionados con The Runaways, es fácil captar que esta película no los refleja con demasiado rigor. The Runaways, el film, está basado en «Neon Angel: A Memoir of a Runaway», el libro que escribió la cantante Cherie Currie acerca de sus años adolescentes al frente de la banda, el cual todavía no he leído pero que está en mi lista de prioridades de biografías del rock que leeré en cuanto me digne y lo compre por internet. Pero a pesar de carecer de opinión sobre la principal fuente de inspiración de la película, sí tuve la oportunidad de comprar y ver un DVD de Edgeplay, la especie de documental autobiográfico de The Runaways que realizó hace unos años Vicki Blue, penúltima y rubiales bajista de la banda, que contaba con entrevistas y testimonios por parte de todas las ex-miembros del grupo, desvelando todas las anécdotas nefastas y todos los trapos sucios que, según palabras de la propia Vicki Blue, se podían revelar en un documental de ese tipo.

Dije todas las ex-miembros? No señor. Joan Jett se negó a participar en el proyecto, llegando incluso a conseguir por vía legal que se eliminara toda referencia musical de The Runaways en el mismo, viéndose obligada la citada Vicki a reemplazar a última hora la música de la banda sobre la que versaba la película por canciones de Suzi Quatro que mínimamente pegaran con el argumento. Digamos que Edgeplay acabó llegando a buen puerto de milagro, pero tuvo que someterse a un proceso de edición y adaptación brutal, y aún con todo terminó siendo un bio-documental realmente bueno y muy, muy informativo que he visto ya tres o cuatro veces, en el que cada vez descubro cosas nuevas no porque los temas que comentan te dejen tan pensativo sino porque Lita Ford habla como un camionero y hay veces que no le cazo el inglés. Y todos esos problemas e inconvenientes por culpa de Joan Jett. El día que me enteré, quemé un disco de Joan Jett & The Blackhearts. Y al día siguiente lo volví a comprar porque me sentía culpable y además olía francamente mal a cartón quemado.

Joan Jett, en cambio, sí que ha participado activamente en esta última película de The Runaways, como productora ejecutiva y acudiendo al rodaje prácticamente todos los días para ayudar a Kristen Stewart con su papel de ella misma. Os imagináis, tener que adoctrinar a alguien para que se parezca a vosotros en una película? Si tuviera que hacer algo semejante, por fin habría dos personas en el mundo que dijeran las palabras «pues» y «ya» trescientas veces en una conversación. A pesar de que probablemente Joan Jett no haya tenido prácticamente nada que ver en el argumento de la película, soy incapaz de evitar pensar, por muy fan que sea de su «persona» y por mucho que sea una de las pocas lesbianas por las que estaría casi dispuesto a convertirme en mujer, que la figura de Joan es un verdadero handicap a la hora de llevar a la pantalla la historia de su ex-banda. Por su presencia y por su ausencia. Jodió Edgeplay por no estar, y ha jodido The Runaways de 2010 por estar. Eso es el poder de la ubicuidad, eh?

Para empezar, la historia de la película está extremadamente centrada en los personajes de Joan Jett y Cherie Currie. Son las absolutas protagonistas y el argumento gira alrededor de ellas, de semejante manera que da la impresión de que las tres miembros restantes no pintaran nada en la banda o estuvieran de florero. El personaje de Sandy West tiene algo así como cuatro frases, mientras que el de Lita Ford todavía tiene menos, dos o tres, y sólamente para parecer una esquizofrénica con ataques de mala ostia, lo cual por otra parte tal vez fuera cierto. Pero la guinda del pastel tiene que ver con la bajista. The Runaways tuvieron varias bajistas durante toda su historia, siendo Jackie Fox la más prominente, la «clásica» y la que formaba parte de la banda durante los años reflejados en la película. Pues bien, la citada Jackie Fox finalmente no llegó a un acuerdo con la productora de la película acerca de sus derechos de imagen, y finalmente no aparece ningún personaje basado en ella, ni en ninguna otra de las bajistas que existieron realmente, optando por un personaje ficticio en forma de una bajista que nunca existió llamada Robin. Ya sé que, dadas las circunstancias, no existían muchas más opciones si se pretendía que la película siguiera adelante, pero ¿en qué estaban pensando? ¿Robin? ¿ROBIN? Da la casualidad de que Jackie Fox, dejando de lado mi pasión hacia Joan Jett, era mi miembro favorito de The Runaways, en parte porque tocaba un Gibson Thunderbird blanco y en parte porque tenía las piernas majicas, con lo cual para mi la película perdió una cantidad considerable de enteros. Pero aparte de favoritismos personales, la historia realmente hace aguas para cualquiera que conozca mínimamente la evolución de The Runaways, con un personaje inventado para la ocasión, dos miembros que da la impresión de que no pintaban mucho en el grupo, y otros dos que tienen un protagonismo ligeramente excesivo.

Cherie Currie comentó en el documental Edgeplay, con sus propias palabras, que durante los años de eclosión de The Runaways la libertad sexual tenía un componente romántico que les llevó a experimentar entre ellas mismas y al parecer, durante una temporada, ella y Joan tuvieron más que palabras en el idioma del mejillón. Pero lo que en principio no es más que un componente anecdótico entre el resto de sucesos sórdidos y destacables que rodearon a la banda durante aquellos años, es elevado a la categoría de argumento principal de la película. The Runaways versión 2010 es la historia de amor entre Joan Jett y Cherie Currie, que casualmente tocan en una banda juntas con otras tres tías irrelevantes que, conjuntamente y siendo benévolos, tienen 46 palabras de diálogo entre las tres. Una cantidad ingente de metraje se utiliza en mostrar a Kristen y Dakota dándose el filetoncio durante escenas interminables ligeramente forzadas y con aspecto de cliché pre-estudiado, cantidad que se podría haber empleado en mostrar otros aspectos de la banda, otras anécdotas oscuras o una imagen un poco más real de Kim Fowley, el artífice que formó el grupo escogiendo chicas de aquí y de allá y que en la película tiene un aspecto incluso entrañable, cuando investigando un poco sobre su vida, milagros, comportamiento y métodos expeditivos, estoy convencido de que sus genitales acabarían convertidos en albóndigas al vapor si al pobre hombre le pusieran las manos encima los padres y madres de las ex-componentes de The Runaways.

Al abandonar la banda Cherie Currie y finalizar su relación sentimental con Joan Jett, la película se da por terminada dando por hecho que la trayectoria del grupo también, a pesar de que a The Runaways todavía le quedaba casi la mitad de la misma, dos discos en estudio, una nueva bajista y una historia restante que al parecer no resulta relevante para el argumento de una película sobre una banda, y que queda relegada a ser reseñada, por los pelos y gracias a dios, mediante cuatro parcos párrafos al final del film, justo antes de los títulos de crédito.

Por eso The Runaways, la película, apesta pero al mismo tiempo no apesta. Para el posible fan de The Runaways o alguien que conozca ligeramente la trayectoria de la banda, resultará una oportunidad perdida de haber ofrecido una visión más amplia y real de un grupo que, fuera malo, fuera bueno, guste mucho, guste poco o cree absoluta indiferencia, siempre tendrá su posición de pionero en el mundo del rock. Para la gente, posiblemente la mayoría, que no conozca a The Runaways, le soplen dos pepinos quiénes eran The Queens Of Noise, cómo Cherie Currie se quedó embarazada y tuvo que abortar en 1977, o que Lita Ford opine que Jackie Fox dejó la banda porque quería dejarse las uñas largas y llevar tacones, seguramente The Runaways le parecerá una película fabulosa. Muy probablemente, y ahora que la bisexualidad está tan de moda que si no te gusta el salmonete pareces un tío cerrado de mente, cierto sector el público adolescente se referirá a ella como «la peli de las dos lesbianas que se comen los morros como t.A.T.u. y que tienen un grupo hace la tira de años con otras tres tías que no pintan mucho», lo cual es, sinceramente, una imagen para la posteridad un poco triste del legado de The Runaways. Pero hey, no es algo que me quite realmente el sueño, porque no amo tanto a The Runaways ni me preocupa tan intensamente su legado.

Pero sigo amando a Joan Jett como el primer día, y a Jackie Fox, y a sus piernecicas, y a su Thunderbird blanco, que al parecer se rompió antes de un concierto en Japón y provocó el pifostio padre y la marcha de Jackie del grupo pero, por supuesto, tampoco aparece en la película. Y qué coño, tal vez no he dado las oportunidades necesarias al grupo y esta tarde sea la apropiada para sacar uno de los vinilos y escucharlo entero por primera vez.